EL DIARIO DE ANTONIO (CAMINO A LA CIUDAD) II PARTE

Al alejarse cierta distancia de su casa Antonio tiene que optar por acostumbrarse al trecho largo y escabroso conducente a la ciudad; la despedida que había perpetrado con las cosas del campo no había sido del todo permanente, el jumento que era más que un amigo para él sería el transporte en todo el trayecto hasta la ciudad; la elección no había sido difícil , pues la razón que influía en su decisión era la efectividad, constancia y disciplina de éste animal que más que nadie había sido siempre el coagente principal de sus necesidades de labranza y lo pertinente a la labor extenuante del campo.
El recorrido que llevaban cubría de fango y légamo el sendero, sabrían a manera de presagio que a lo largo de esa misteriosa travesía una gran aventura los acompañaría.
A unos cuántos metros de una cabaña abandonada Antonio se detuvo para que el jumento lograra descansar, llevaban 7 horas de viaje y no quedaría mal que se dieran un ligero respiro para continuar restablecidos aquella odisea; el jumento había sufrido algunos magullamientos en sus patas por lo cual tendrían que pasar la noche en la barraca y salir temprano continuando el camino que habían emprendido; muy temprano al despuntar el alba con un cielo alto y azul, aproximadamente a 3 kilómetros se asomaban las casas de los extramuros de la ciudad, no lo podían creer, pues el día anterior los chubascos fueron prolongados y no dejaron mostrar con claridad los confines. Quisieron aprovechar los 3 kilómetros restantes avanzado a cortos pasos para no llegar rendidos, sabrían lo que quedaba de camino y por esto se ensalzarían de ese gran logro obtenido que sustituiría ese modo de energía que no les haría pasar jamás el desaliento; al completar lo que quedaba de camino muchos aldeanos desde las terrazas de sus casas con una mirada de curiosidad les dieron la bienvenida a la ciudad.