Eco del alma.
Algo más mayor,
más experimentado,
más castigado
y, aun así,
más agradecido que nunca...
Aún recuerdo aquellas
palabras:
"Ir a buscar pinzas",
es la voz de mi madre.
L
para colgar en el tendal
la colada de toda la familia.
Familia humilde,
de barrio obrero y numerosa,
seis hijos y una hija
que sacar adelante.
Aún recuerdo aquellas
palabras,
las de antes de ir
a la cama:
"No os olvidéis de rezar
el Padre Nuestro",
es la voz de mi madre.
Mujer religiosa,
luchadora,
batalladora,
protectora incansable
de los suyos.
Y yo, aquel niño
al que le dio la vida,
con los deberes cumplidos,
y todo lo que aún
me queda por alcanzar,
inconformista
y remero de vida,
siempre en busca de más:
Más conocimiento,
más claridad mental,
más profundidad espiritual...
Aún recuerdo
el sacrificio,
el de mi madre,
el de todos los días.
Aún resuena en mí
aquella frase...
"Ir a buscar pinzas".
Es la voz de mi madre,
la que sigue su viaje
allá por lo eterno,
la que siempre perdura.
Aún recuerdo tantas cosas
que siguen en mí,
que son de ti,
que nunca se olvidan.
Por eso, por todo
y a todo el universo:
A ti.
Mi mayor deseo:
volar,
sentir,
soñar,
acariciar los vientos,
montes,
ríos y mares
que están aquí,
tan dentro de mí,
tan cerca de ti.
Aún recuerdo aquellas
palabras...
"Ir a buscar pinzas".
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