Dormida

2022 Jun 20
Poema Escrito por
D.G. Falls

La encontró en un lecho de almohadas sumergida en el blanco como una especie de criatura mitológica, mientras el cabello negro se desparramaba sobre su rostro y lo enmarcaba en una mueca de paz inalterable.
Aquello le produjo un placer indecible e inigualable, pero se mantuvo inmóvil junto al umbral de la puerta desde donde la observaba como una estatua de carne. Ella de pronto se removió en las sábanas, las almohadas temblaron y desde su interior, como un capullo que florece, brotó su desnudez.
Él se llenó de ella. Avivó su corazón con aquel cuello hirsuto que desveló el removimiento, y los pechos tersos de pezones oscuros y dulces.
Se llenó del clamor silencioso del olor que la envolvía y que sentía aunque era imposible que le llegase, se llenó de la línea de vellos que conectaba su pubis con el vientre, y con el triángulo delicado que componía su sexo.
Se llenó de los muslos, de la clavícula, del placer. Alabó al pintor que la había dibujado en su cama, y a los dioses generosos que la habían traído para él.
Caminó entonces hacia el prodigio, hacia la ninfa, hacia su mujer, y sintió el fuego arder.
Un hilillo de saliva se deslizó por la comisura izquierda de su boca, y sintió que no era más que una caricia para aquellas facciones. Una plegaria brotó de su boca y unos dedos incrédulos apretaron la carne.
De ella salió un quejido suave, dulce, profundo, y una lengua la probó. Sorbió del pecho como un niño huérfano, y le apretujó contra sí.
Una desesperación casi enferma se aventuró en su diafragma y soltó aquel botón para entonces encontrarse con sus labios.
Unas pestañas del color del carbón aletearon, y una forma difusa apareció ante ella. Él la besaba, y ella al encontrarlo lo continuó. La carne se le erizó, el vientre se humedeció, y la vida floreció.

2022 Jun 20

D.G. Falls
Desde 2019 Ene 21

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