Cuidar los afectos
Cuidar a los afectos
Una palma en la frente,
en el pecho o entre las manos,
donde sea necesario,
ofreciendo un respaldo.
Un abrazo certero,
de esos que animan al alma,
que reconfortan y juntan pedazos:
que sostienen la vida.
Una caricia en el pelo o en la cara,
una caricia como pañuelo:
que seque lágrimas del presente
para sonreír mañana.
Una palabra que acompañe,
una palabra sin "te lo dije",
sin remordimientos,
sin querer hacer sentir al otro
que viva el dolor
como nosotros queremos.
Cuidar a los afectos,
a los que damos gracias de tenerlos,
los afectos que bancan tristezas ajenas
sin más motivo que correr a un lado
nuestras penas.
Cuidarlos porque los queremos,
regalarle unos instantes
con sabor a vainilla
que enfrenten a un mundo
que trata de perfumar
con aroma de derrota
todo lo que recorremos.
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