Carta a papá.

Cuando estaba pequeñita, siempre del trabajo lo veía llegar, con los brazos abiertos lo solía esperar, papá sonreía ocultando el cansancio en sus mejillas bronceadas por el sol, acomodaba su vieja bicicleta, pedía una taza de café y me sentaba en sus piernas acariciando mi oreja, mientras yo me acurrucaba en su pecho, podía sentir el valor de su sacrificio en el sudor de su ropa vieja y sus botas acabadas, cuanto te amo papá, porque nunca me falto nada, tan solo detener el tiempo para no haber crecido jamás, por eso mi viejo cuando tus canas brillen y tengan ese color plateado de la luna, miraremos juntos el ocaso y seremos como niños los dos, volveremos aquella mocedad y jugaremos juntos, para que comprendas que no has vivido en vano.