Alabardas de estruendo
Anocheció;
en un esmalte del cielo
añiles y cetrinos;
alabardas de estruendo.
La noble sangre,
llevando la ventaja
en esa mirada de fuego.
Callada al aguarde
con la cercanía de los secretos
y de esas, las anilinas,
entintadas por la piel.
Desde el lugar cálido,
unida a los tibios besos
dulce flotar eterno;
y un instante posterior
retirar los crujientes cabellos
sobre el rostro purpura.
Hambre de lobos
a la bóveda de tan codiciada
carne desnuda;
que ofrece la senda
a la diestra de vuestra mano
por los trémulos labios.
Hierro
atado a las piernas
que desciende cargado;
en un afán de lozanía.
Vestidos de un manto nuevo
a la entrega en grana y fuego;
minutos del ocaso
al ceño agudo.
Tierra impía
al quebranto de los muros;
atravesando los salones
rodilla en tierra.
Velo desinhibido
aromas de jazmín y fresa,
envoltura de intensa llamarada;
profundos esfuerzos,
verdor nuevo.
Exhalados resplandores
a la expresión del gesto;
dos uvas verdes en los ojos, jugosas;
sublimadas.
Desde el alcance
del galopar de un corazón aprisa;
desde la distancia
que le impide el amor.
Gabriela Ponce LS
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