Al fuego de los cantares
Postergó la mañana
una condena anunciada.
Ser jardín de un ave desnuda
al color que pintan sus ojos
el cuerpo de mujer.
En el inevitable
deseo de la boca del otro,
y la mirada que se interna;
…el contacto.
Comenzar por soltar
los cabellos escarchados,
escalar el viento,
albergar la sangre savia verde
hacia los confines de la hora.
Abandonarme
sobre un vino nocturno,
usurpada de abrazos,
y su lengua al asilo en mi boca.
Las flamas pausadamente
en cada nueva presencia;
guardan el deleite,
bálsamo y célico.
Delante de ti,
cuerpo y alma.
Tocarlo todo,
a cada minucioso detalle;
arrancar las heridas
y ser uno mismo;
sanar en silencio.
Derramar amor, apego;
sueño azul de rima
al compás de la armonía.
Abusar del tacto
en su tallo y su centro
donar el cáliz;
mojarme en la tormenta,
beber la humedad.
A la memoria,
el canto, nítida corola;
fragancia indefinible,
consagración entre sus manos.
¡Oh Lecho de esmeralda
oculto a la gracia!
Caballero de imperial grandeza,
que a mi profundo seno
desgarró su lanza.
Gime triste mi espesura,
solo tinieblas
en la noche obscura,
…él no anhela mis corolas.
Todo ha sido solo una utopía, desprecio, locura.
Gabriela Ponce LS
Conoce más del autor de "Al fuego de los cantares"