Un Oceano

Tu mirada escrutaba el océano.
Pez de las corrientes profundas.
Ave de la dicha de los espacios blancos.
Tu cuerpo es refugio de honduras
primitivas.
El dìa te recubrió de antiguas llamadas.
La razón se despide y eres tú en temblor
de intimidades quien convoca los sentidos.
Arribo impetuoso y mi tiempo es ya
medida del encuentro de los cuerpos.

Ya soy quien llamabas acariciando sílabas y
evocando léxico de humedades.
No te perdí en el recuerdo.
Retorno a tu contorno y en cada palabra de
ausencia derramo mi ardiente respuesta.
Anhelabas sueño y evocaste tempestad.
Te posei lento y a tu cadencia me volqué
en bárbaro reencuentro.
Te amé tan intensamente que
me preguntaba si mi s caricias las
daban tu boca o mi enardecido soldado.
Retornaba a tus pechos mientras viajabas
hacia mi hoguera, siempre tomando siempre
ofreciendo.
Abrazame y cántame el evangelio del
dulce dolor.
Gime y tus gemidos derretirán la distancia.
Entre tu canción de goce y mi acariciar
hay un espacio que se llena y se vacía con
el néctar que el placer extrae.
Vine a dormirte en mis brazos.
Avanzamos cuerpos y nos alimentamos.
El amor y el placer nos hacen fuertes.
Conocemos ausencias y nos entregamos delirios.
Sueños que quemarán tu piel.
Somos los que siempre volverán.
Tu voz es mìa.
Mi deseo resuena en tu piel.
Te escribo a arañazos de seda.
Volvamos al sueño.
Hay tanto que compartir.