Te estoy amando, padre.

Te estoy amando, padre.
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En estas horas tranquilas, mientras leo tus
poemas y me abrazo a la caricia de tu
rostro, que se muestra como un sueño sobre el
cenit de mi mente, alumbrando los recuerdos
que persisten en mi corazón… te estoy
amando, oh padre, desde mi sillón raído
por el paso de los años, desde la tregua

que me otorga el tiempo, desde mi cuarto oscuro,
sumido en el remanso del silencio y en la
meditación.

Te estoy amando padre, como nunca amé, con
mi corazón y el alma, como se ama
cuando el amor es puro, despojado de las
lías que nos atan al dintel del egoísmo,
y a la hita dolorosa del rencor y la
pasión… Tu credo es mi escapulario.
Tu ejemplo mi camino. Tu voz un soplo en
la distancia. ¡Mi alma es un sagrario, donde
te llevo junto al fuego que crepita en
mi corazón!

Aún huelo el perfume de la albahaca en
aquellas tardes del mes de mayo. Aún
siento el tacto de tus manos acariciando
mi cara, los huesos de mi nuca, los rizos
de mi pelo… y el ruido de la mecedora,
mientras fumabas lanzando aros de humo por
el aire y meditabas en silencio …
y resuena en mis oídos el eco de tu
voz, cuando me hablabas de José y de Noé,
de Abraham y de Jacob...

Mis ojos son dos llamas que arden como la
esperanza que sembraste en mi alma. Mi pecho
una paloma que busca tu regazo…
Mi sentimiento un torrente inacabable
de agradecimiento y profundo amor.

Te estoy amando padre como jamás lo hice,
con mi alma y con mi sangre, mientras pienso en ti
leyendo tus poemas y recordando los
consejos que me dabas… Quizás porque mi
alma se entristece con el tiempo y se
aferra a tus palabras y al regalo de
tus besos, llenos de ternura y de bondad…
O tal vez porque presiento la llegada de
la barca que me ha de conducir hasta la
otra orilla, donde todo es paz y no existen
las tinieblas, ni el abismo de la noche ni
la pena ni el dolor…

En estas horas tan tranquilas, mientras leo
tus poemas, recordando tu memoria, te
pido, padre, que me ayudes para amar como
tú me amaste… para seguir andando por los
caminos de esta vida… para sentirme
digno y ser un buen cristiano… para hacer el
bien y ser un fiel esposo… para sembrar
en mis hijos y mis nietos, la semilla que
dejaste en mi alma, como herencia de tu ejemplo,
de tu fe y de tu amor.
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Pensar en mi padre es como sentir
la caricia de un bello atardecer,
flotar ingrávido –como en un sueño
de espumas y sonrisas sostenidas…
liar cigarros, amasar la greda.

Pensar en mi padre, es como concederle
al corazón la gratitud eterna,
encontrar el sentido de las cosas,
dibujar mil perdones en el alma,
contar historias, escribir poemas…

Pensar en mi padre es sentir amor,
otorgar razones, buscar belleza,
vivir silencios, aceptar la vida,
entregarlo todo… mostrarse limpio
¡Para gozar en plenitud de Dios!

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Autor. Francisco López Delgado.
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