SOLEDAD

Soledad

Esta noche la soledad vino a visitarme.
En mis recuerdos se esta adentrado con la finalidad de que no olvide nuestro añejo pacto.

Con infinidad de besos hace mella en todos mis estados.
¡Es que es la única que puede alterarlos!

Ella no es mala.
No es la bruja que todos tachan de malvada.

¡Es que en diversos momentos se encuentra tan solitaria!
¿Acaso seré el único que la pueda entender sin que se obsesione más y más con mí querer?

En algún momento de la vida ambos pactamos:
¡Qué ella no me lastimaría, si yo jamás la abandonaría!
¡En el momento en que a mi corazón amarán, sin reproches tan solo se alejaría sin lágrimas que ahogarán mis felices sonrisas. ¡Y cuando mi corazón resultará lastimado sin burlas, ella únicamente me consolaría!

Hasta el día de hoy jamás la soledad me ha hecho a un lado por ningún sentimiento real o vago.

Hubo momentos en los que ella me buscaba, me cuestionaba;
¿Del porque mi vista ya no habita dentro de su nostálgica mirada?
Pero ambos sabemos que cuando uno es feliz el egoísmo ciega nuestra alma.

Infinidad de momentos sus lágrimas resbalaron sobre mi sonrisa.
Insensible yo las hacía a un lado sin reparar en que únicamente ella deseaba como antaño ser escuchada, en aquellas noches estrelladas donde mi apego a sus tiernos abrazos era degustado por su nostalgia, mientras la luna confundida nos iluminaba.

Ante el aliento de la noche, testigo fiel de nuestro mutuo pacto.
En un pasado muy lejano ambos acordamos que si yo me enamoraba y ella aun seguía en solitario, siempre sería la estrella que mi mirada resguardará antes del nacimiento del alba, pero la efímera felicidad de momentos nos engaña haciéndonos rechazar nuestras pasadas palabras.

¡De momentos analizó que ella es tan solo un estado, al cual nadie por convicción se aferraría, pero después rectificó y confirmó que es un estado que disfruta del ser humano!

Esta noche la soledad vino a visitarme.
En mis depresiones accedo a sus pretensiones.
Es ahí donde me confiesa que aun su cariño me nahela.
¡Su respirar me hace evocar imágenes de mi madre, de mi hermana y de aquellos que ya han emigrado; de aquellos que aun no he alcanzado!

Al percatarse de mi llanto muestra su verdadera belleza.
¡Esa con la que mi corazón queda anonadado!

En nuestro primer encuentro ella se enamoró de mí ser ermitaño.
¡Ambos ante nuestra solitaria existencia prometimos nunca separarnos hasta que yo le fuera arrebatado! ¡Entonces ella no podría esconderme ni de la misma muerte!

Esta noche la soledad vino a visitarme.
Vino a recordarme que mi cariño puede ser de muchos, pero mi amor por siempre le pertenece, aunque de momentos mi pecho la destierre exiliándola como el más obscuro sentimiento que he disfrutado hasta este momento.

Autor: Mario Cesar Palma G.
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