Secreto de Confesor**
Esto es solo el inicio de un escrito.
¿Puedo hablarte con confianza?
¿Quieres ser mi confesor?
¿Oír lo que yace en lo más hondo de mi alma,
y ser testigo de lo que solo se confiesa a Dios?
Dime que no temes escuchar mi verdad más triste y cruda,
que serás capaz de quedarte,
de ser tú quien escuche…
estas, mis últimas palabras.
T
con la voz temblorosa de quien ya no finge.
He callado tanto que mis palabras duelen al salir.
Tengo el alma tan triste
que pesa más que el remordimiento.
La tristeza hace llagas en mi cordura.
No quiero guardar más este dolor.
Quiero correr.
Quiero huir.
Promete… promete que serás tú mi confesor.
Prometo.
Prometo quedarme en esta penumbra contigo,
ser el eco que recibe tu último suspiro
y sostener en mis palabras lo que ya no puedes cargar.
Así que corre.
Huye si el peso se vuelve insoportable.
Pero deja que la tinta sea tu refugio,
que la página sea el único lugar del que no tengas que escapar.
Dime, ¿cómo continúa tu verdad?
Déjala salir. Estoy aquí.
Soy tu confesor.
Juro.
Prometo que este dolor,
que este vacío,
será mío, sellado en silencio,
bajo el secreto sagrado de confesión.
Y aunque en tu raída cordura
se abran grietas para la duda,
que no haya espacio,
ni sombra,
para un nuevo comienzo.
Este será mi carga,
mi pacto,
mi juramento sellado.
Secreto de confesor.
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