La mansión de las memorias

Es una casa muy vieja, aunque aun en buen estado, donde la memoria deja todo lo que ha guardado.
En sus amplio corredores están llenas las paredes con cuadros de días mejores, esos que olvidar no puedes.
Días llenos de alegría, de risas y de canciones, en los que nada podría amargar los corazones.
Los hay tristes como el llanto, días de lágrima y luto, cubiertos de negro manto y el dolor más absoluto.
Días soleados, días oscuros, llenos todos de memorias, que en las piedras de los muros de esta casa son historias.
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Libros y juguetes viejos, esa corbata olvidada, una carta, dos espejos, tres pañuelos y una espada.
Tantas cosas que no sé de donde salieron todas, ni cómo, cuándo y por qué fueron parte de mis modas.
Allí está aquella ilusión, por ahí andan esos planes, que forjamos sin razón, solo por tener afanes.
Más allá, está esa puerta, grande, bella y bien labrada, pero que nunca fue abierta; es la meta no alcanzada.
Hay de cortinas un par, que nunca hemos descorrido, son los sueños que soñar, no nos hemos atrevido.
Desde hace tiempo, una urna se guarda en esta mansión, para la huida nocturna, que es el fin de la misión.
De todas las posesiones nada podremos llevar, a las ignotas regiones del otro lado del mar.
Que divide las dos vidas, la mortal y el más allá, la de las cosas vividas, la del no sé que será.
Más hay algo que podemos al otro lado llevar: la mansión en que solemos nuestras memorias guardar.
Atesoremos historias, que serán nuestra riqueza; triunfos, fracasos, y glorias, recuerdos de gran belleza.-

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