LA HERENCIA

2017 Nov 05
Poema Escrito por
Jorge Loyola

TENGO MUY CLARO QUE ESTE NO ES UN LUGAR PARA CUENTOS,PERO ES LO QUE HOY ESTOY ESCRIBIENDO Y AQUÍ TENGO MUCHOS AMIGOS CON LOS QUE ME GUSTA COMPARTIR.PIDO DISCULPAS.
ESPERO QUE LO DISFRUTEN.
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LA HERENCIA

Al bajar del auto el sol del desierto me golpeó con furia, mientras un viento cargado de arena me abrazó como dándome la bienvenida al infierno.

El chirrido de la oxidada estructura, de lo que antes debió ser el cartel de la gasolinera; que colgaba a la orilla de la ruta; era el único sonido que rompía el sepulcral silencio de aquel lugar en medio de la nada.

M

is pasos retumbaron al avanzar por el deteriorado piso de cemento; saque el manojo de llaves que me había dado el escribano.
Valla herencia; después de años de ausencias e indiferencia solo esto. Un manojo de llaves, dos surtidores cubiertos por una costra de grasa y arena y una casilla de chapas abolladas y vidrios rotos.

Después de intentar con varias llaves, al fin logré destrabar la cerradura. Para abrir la puerta tuve que darle un golpe con el hombro y un pliegue del metal me dio en los huesos, lo que provocó la primera serie de maldiciones y puntapiés a todo lo que se me cruzara en el camino .

Al entrar, un olor a orines y excremento de alimañas se me metió por la nariz y se alojó detrás de los ojos haciéndome lagrimear; me cubrí la nariz y la boca con las manos y observé el lugar; solo un escritorio y un sillón desvencijado con el tapizado gastado por donde asomaban un par de resortes, cajas de cartón vacías apiladas contra un gran armario de hierro.

Recordé las últimas palabras que dijo el viejo cuando fui a verlo al hospital;
"el armario, el armario, el armario" -repetía mientras me miraba con los ojos de quien se sabe mas muerto que vivo.

Traté de abrir las puertas de aquel armatoste y estaban serradas. Probé todas las llaves que tenia y ninguna sirvió; busqué entonces una barra de acero para forzarlo; ubiqué un extremo entre las puertas y tiré con fuerza; la barra se zafó y terminó golpeándome las manos, la segunda serie de insultos a viva voz mientras salia de la casilla, hizo que algunos pájaros volaran asustados.

Volví a entrar y comencé a empujar aquel mamotreto hacia el exterior sin saber muy bien para que, pesaba como un demonio, mi camisa estaba empapada en sudor, maldecía y empujaba.

Cuando por fin logré ponerlo en el exterior; me alejé un poco y mire la escena;
una loca idea se me vino a la mente. Terminaría con todo esto de una vez y me iría de este agujero inmundo olvidándome para siempre de estos estúpidos días.

Volví a empujar el armario hasta colocarlo entre los surtidores; saque algo de combustible y deje que el resto siguiera derramándose; hice un reguero hasta el otro lado de la ruta y ahí llevé mi auto; encendí la improvisada mecha y vi como la pequeña llama seguía el camino marcado.

La tierra tembló, el estruendo fue ensordecedor y una maravillosa bola naranja envolvió todo aquel maldito sitio. Del interior de aquella burbuja de fuego, salio volando el armario; en lo alto se abrió y los papeles de su interior salían y comenzaban a quemarse. Miles de pequeños papeles encendidos volando por el aire.

Me reía mientras veía el espectáculo. El viento trajo uno de aquellos papeles y lo depositó en el parabrisas del auto, justo frente a mí; solo quedaba una parte; era de color verde y tenia estampada le cara de un viejo personaje de los Estados Unidos.

Mientras hacia un cálculo de cuantos papelitos de estos volaban encendidos en el cielo del desierto, la cara de Benjamín franklin se iba transfigurando,
convirtiéndose en la cara de mi loco padre que se reía a carcajadas y repetía "el armario, el armario, el armario"...

JAL

2017 Nov 05

Jorge Loyola
Desde 2016 Oct 16

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