La cueva
De un aire que dilatase
los pulmones del incienso mezquino.
Impuesto el imperial uniforme;
encumbra por el muro la irresolución
de la sierpe.
Argumentos irónicos
que al otro extremo observasen feroces
las instrucciones secretas.
D
que conversase embriagante
sellado con el acero a rojo vivo.
Arrojad al suelo la carne
de frente a las luminarias,
agazapadas hacia los mil laberintos.
Del portal, arrancando con hierro
y en su marca de fuego;
atormentando por el rugido feroz
del inquisidor de las cien varas.
La fiesta del estío,
que aguardase las ordenes
a la formación del juicio.
Teñida la arista ignorante;
las alabardas cruzasen el botánico jardín.
en busca del insurrecto y del herido.
¡Enjuiciad desde el ayuno!
Al ornato de los jinetes,
en todo regimiento de viajeros;
lo mismo a la matrona de los ojos apesadumbrados
y al igual, el ruido del hombre franco.
Recorred vuestro presente aniquilando,
en tanto el palacio pretenda
el brillo del júbilo;
un crimen intimidante se bosqueja.
Formad una partida,
en vuestro trono…
frente a quién también os está juzgando.
Despedazado y disperso
el verdadero retrato;
crítica, descalificación y sentencia.
*
-Juzgar es lo que nos derrota.-
Octubre 23, 2018
© 2018 Gabriela, La Dama Azul. Todos los derechos reservados.
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