introducción dos

Una apoteosis se halla en germen y acontece cuando el dios del amor inicia su irrupción desde una provocación sin igual: que el hombre supere su estadio inicial y para ello, inicie su pertinente odisea como carente ser que se proyecta, buscando completarse desde la ilusión de otro ser, mujer y hombre posicionados en el uno y en el otro, desde ahí, dibujen a ese otro, participando del mayor y profundo sismo ontológico que significa la creación del otro desde ese cada uno. Y esta es la emergencia de la instancia divina, cuando se configura a un ser distinto en el mismo ser, el dios crea una nueva criatura, que no es más que el ser del otro bajo la pincelada y mirada del amor, por ello el hombre se hace divino, deviene dios, el hombre se torna celeste, dota de ser al ser que ama, lo crea, lo configura con las notas que él crea en ese otro amado, lo hace y lo crea cuando lo besa, lo acaricia, lo extraña y lo desea.
Por ello los dioses brotan nuevamente en la tierra en la figura del enamorado.