En el ojo del huracán
Queridas, queridos:
estamos en el ojo del huracán.
¿Quién no lo ha sentido
alguna vez?
En ese momento en el que adviertes
que toda la Tierra
te mira a ti.
Cuando la felicidad es tan grande
lleno hasta los topes.
Cuando el viento te despeina,
y te ríes
y te da igual,
porque sabes,
(lo sabes)
que estás igual de preciosa.
(O de guapo)
Cuando en el borde del acantilado
te das cuenta de que con la caída
puedes aprender a volar.
Cuando llueve
y te mojas.
Es más,
te descalzas
y sin más paraguas
que tu piel desnuda
bailas bajo las nubes grises
que lloran.
(Pero está vez,
de alegría.)
Porque la vida se ve más bonita
si está limpia,
y a todos nos viene bien
una ducha de franqueza.
Cuando decides
que aunque no está bien
no hacer lo que debes
no hacer lo que quieres
está peor.
Y lo haces,
y eres feliz.
Cuando amas
a quien sea,
o a lo que sea
pero amándote a ti mismo.
Porque te lo mereces.
Porque la vida
es un torbellino de sensaciones.
Colócate en la mitad
de todas y cada una de ellas,
y ya sean buenas o malas,
deja que te atraviesen,
hasta el final.
Aunque duela.
Porque el dolor
también merece
ser sentido,
porque también ayuda a crecer.
Porque el mayor acto
de amor a la vida
es vivirla,
y ser feliz.
Amigos, amigas,
estamos en el centro de nuestro universo,
en el ojo del huracán.
Y no hay nada de malo en ello.
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