En des-lontananza
(poema difícil ...¿surrealismo?)
Empecé a agotar mis turnos reservados
para estos dispensarios sórdidos,
a consumirlos uno a uno
como panes escondidos para el hambre,
rodaron, cayendo desde alto
como inmaculadas perlas sueltas
desgranándose en gotas rojas de maíz racionado
insoportablemente puras, perlas
con cada grueso de hilares de rocío
y con el frío ido en la carrera de trineos
halados por perros fuertes y sin nombre,
y sin cansar como endemoniados animales
o feroces demonios que duermen y despiertan a intervalos.
De nueve a once
dos horas de este turno
para lanzar un grito monstruoso
de rebaños desperdigados del cobijo de la madre,
o para respirar taciturno y seguro
bajo este tanque de oxígeno,
maduro por la moda y la estructura,
madurado en las sinergias de las corbatas límpidas
y los poderes ordenados,
distribuidos según sea, en esta agenda lineal,
y aún brillada de fachada
con hilos y talantes de oro.
Alguien jadeante ha penetrado en sigilo
y escudriña entre los bejucos esas posas centelleantes
que allí aguardan siempre y crecen,
moja el rostro bajo la sed de un sol imperdonable
y de un solo de violín
que ha taladrado mil veces esa misma melodía;
introducir los ojos como dos lentes
sobre las aguas lúcidas, diáfanas
que saben por instinto
tragarse a dentelladas el alarido y el aire.
El tiempo reservado a los trazos
en un cuero ilegible imaginario,
en el roce de una piel ideada
extraña e indescifrable
que pervive a día
de la hipermnesia mordaz y tácita.
Bajar a este pozo
a estos pequeños mundos pespuntados
como juguetes inventados en serie
que se rompen en tus manos
y siempre de lo mismo cada vez,
que pusilánimes se yerguen
y se quiebran sin orden ni postergación.
Jugar y jugar hilvanando tajos rojos y cuadrados
haciendo en el suelo con las huellas
pisadas ya aprendidas;
merodear como diablo sobre el sol tendido,
tatuado con su crispido blanco,
mantel diáfano de esta mesa póstuma.
Alguien allí afuera
ha extraviado sus motivos
se ha retirado tanto de estos dos universos
y a vomitado los abortos de sus sueños
inconsumados afanes
que le increpan a la cara y en silencio.
Y abrevia la diaria ración
de la común cacerola
donde se cocinan ascuas
las dimensiones vanas y profanas
de las vidas sin gloria ni deshonra;
engulle mortales bocados
enzarzados en anzuelos apareados a medida
emplazados con cuidado
para un día, desde siempre
por la muerte.
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