El impuesto
Al templo de mi cuerpo pago el impuesto:
Con el hierro vivo de la yema de mi dedo
Transhumante sobre el clítoris devastado.
Y a sus lados, como fuertes, se levantan esos labios
Como paredes de un alta mar :
Donde miles de marineros en angustia naufragaron.
Y en el delta de mi clítoris brota la bahía
donde dulces novias embargadas por el hastío
Ramilletes de flores echados al agua salada
Como pozo de promesas que gastaron sus ingresos.
Al culto de mi clausura pago con mi cuerpo:
a la ceremonia de tocarme y rastrearme los adentros
segregar las lavas de los gemidos sempiternos
a correrme más indigna, sobre la espuma fidedigna.
Piedra filosofal que abre el postigo de mi anatomía:
Vertebrando protuberancias mágicas como aceituna sin hueso,
amazona de vibradores que en sus bailes de máscaras
corroen las quimeras de sabios y proverbios.
Y quedo yo , más yo aún:
Corrida en el sudario de un orgasmo milenario.
Y siento en mi ese yo jamás imputado de placebo:
Amputado del córtex cartesiano y de su acerbo.
Y siento en mi el apéndice linfático del corsario:
Rasgarme, cortarme, exhibirme sin pudor lo necesario!
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