EL HOMBRE LOBO DEL BRACTEATO DE ORO ( I parte)


EL HOMBRE LOBO DEL BRACTEATO DE ORO
(I Parte)
Todavía no se borraba de mi faz un cariñoso beso madrileño, sin embargo, el tren muy ajeno a mis historias seguía sin pausa su rumbo. El viaje a través de Francia iba borrando sus huellas del ósculo que parecía decirme que vuelva pronto. En esos instantes, cuando en mis recuerdos la perfumada tibieza tocaba nuevamente mi piel y hacía retroceder en el tiempo, su aparición impetuosa de ciudades germánicas a través del ventanal me hizo volver al asiento casi de golpe y, noté que llegaría de noche a la estación de Neustadt. Eso me hizo tomar en cuenta que, por hallarse mi auto y piloto en importante comisión no me recogerían. No deseando molestar a conocidos, me resultaba más fácil tomar el taxi, pero por cierta confianza opté llamar a un amigo. Así que, luego de arribar, me dirigí a un parque cerca de Bodelschwinghhaus para esperar hasta la medianoche según acordamos por teléfono. Cargando la mochila me senté un rato en una banca, luego sabiendo que demoraría su llegada de Franz me acomodé sobre la yerba, eso hizo que poco a poco la modorra se fuese acercando, cuando de pronto sentí lejanos aullidos, muy tristes por cierto. La verdad que no puse más atención a ellos por lo acostumbrado a escucharlos en el bosque circundante de la casa. Por precaución si el animal fuese muy agresivo cogí un palo seco para usarlo de garrote y lo puse junto a mi mochila que servía de cabecera. Y en espera del amigo, cerrando la casaca me recosté. Pero no, el sueño se fue en instantes, porque los aullidos de hicieron más notorios por una esquina, cerca del parque. Entonces, sigilosamente me puse a mirar y, cual una extraña pesadilla en pleno estado despierto, pude distinguir que debajo del foco de alumbrado público y apegado a la pared blanquecina se definía su silueta del monstruo, sí un hombre lobo negro todavía con su pantalón puesto. Ese reflector de mercurio puso al descubierto toda su antinatural deformidad, con ese hocico mostrando sus filosos dientes y reluciente mirada, oteando el viento para encontrar su presa. Por instantes no supe qué hacer, imaginando que algún engaño había de por medio, eché la culpa primero algún posible alimento estimulante del tren pero no. Según comprendí luego, era claro que allí el hombre lobo buscaba pero no alcanzaba mi dirección exacta, el viento había resultado mi gran aliado momentáneo.
___________CONTINUARÁ__________
© TODOS LOS DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS.
02/01/2023
Acompaña música de fondo.
Conoce más del autor de "EL HOMBRE LOBO DEL BRACTEATO DE ORO ( I parte)"