Agua
Unos pies descalzos siguen camino, su cabeza esta en otro sitio, otro lugar, lejos muy lejos de allí.
Horas lleva recorriéndolo, no importa, no lo nota, no lo calcula, no lo echa de menos, no sabe qué es lo que debería de menos echar, por lo tanto qué más da.
En una mano una garrafa, en la otra mano, otra más grande que la primera.
Guarda equilibrio, está acostumbrada, lo sabe hacer, lo ha aprendido, se le da bien, lo sabe, lo demuestra, le enorgullece hacerlo.
Falta poco, un recodo y ya está, ha llegado a su destino. Su mente vuelve al lugar, observa, mira y ve su sombra delante llegar.
Sus pies se rinden al final, ha llegado a su meta, su destino, el lugar.
A orillas de un pozo mal escavado está. Se acuclilla y con sus manos limpia de broza el lugar. De su cintura un pequeño cazo descuelga con el que las garrafas llenará.
El agua es oscura, turbia pero es la que les da la vida, o quizá se la quitará.
Tarda unas horas en poderlas llenar, de su cabeza ha descargado un bidón de plástico que en un viaje al pozo pudo encontrar.
Por fin ya está, a casa puede ya regresar. Eleva el bidón a su lugar y guardando equilibrio, ese que tan bien sabe guardar, coge con sus manitas las garrafas que deberá llevar.
Y quien sabe si con suerte mañana podrá jugar, si con esta agua tendrán suficiente, para mañana no tener que regresar.
Àngels Almazán
09/11/2016
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