Sin palabras.
¿Para qué escribir?,
¿para qué?.
Mi vida no tiene un sostén,
ni fuentes de cielo,
y la palabra inútil que revuelve
la carne de mi cuerpo desangrado.
Yo quisiera el silencio,
el silencio final,
Las palabras no giran,
no comen,
no duermen,
no acompañan en las cuitas,
no perdonan
ni acarician.
Estos signos atrofiados,
órganos podridos
dentro de un costal de venenos y hiedras.
Nada para decir,
más nada.
Ante la muerte,
la enfermedad,
la soledad,
la palabra no vale nada,
no describe,
no rescata.
Y mientras tanto
carcome la pena,
para siempre,
carcome la lágrima
este instante presumido
y las gárgolas engullen
a este moribundo.
Todo termina en silencio,
que es la única verdad,
la única certeza,
el único camino
de toda existencia.
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