A poematrix (con todo mi respeto)

Me confundes
me preguntas por qué,
por qué murió el valle de hermosa poesía,
aquella que nunca reposa,
aquella que lejos de llorar siempre viva
pues el verso nunca vive del luto,
cuyo padre busca su fuente de vida
para calmar el sentido de existencia
de su lector, del alma de su inspiración,
aquella que surca la grandiosidad oculta

en su puño a través de una noche
que embellece el corazón en su mejor estrella.

Ya nadie escribe, nadie lee,
de cuando en cuando
en el valle transversal que limita
el papiro blanco del desierto de ideas,
se escucha el ritmo sarmentoso
en el incipiente nacimiento de tu trova,
aquella que auxiliaba el espíritu
de este piélago blanco de inspiración,
trebejo de tus ideas más locas.

Con pavor contemplo
la tibieza que bate el arte sonoro,
lleno del verso de amor,
de los enjambres de tu experiencia
que manchan con tu tinta este papel virgen
donde tu talento se asoma,
quisiera aquellas horas de brillantes
ensueños que cruzan tu palma
serena y abrasadora sin tregua.

Son solo sueños que brotan
de mis lágrimas sin mundo,
aquel que se hundió en la nada.

Ya nadie escribe, nadie lee.