Tengo la fea costumbre
de darle mordiscos a la noche
con deseo irracional
como a tu piel desnuda
y acariciar el odio
para paliar el delirio
de amar la soledad
en esta habitación oscura
mientras
tu respiración dormida
pone banda sonora
a mi contemplación
de la absoluta nada
y es que esta cama
no sería lo mismo
sin ti,
la locura
ya me habría conducido
a la muerte,
mejor seguir así,
que solo se suiciden
estas insípidas letras
y tú sigas siendo

¡Qué pacífico lo que haces!

Me gustaría contar las cartas
y mientras lo hago,
mirar a los ojos del tiempo y el espacio,
colarme por un agujero,
sorprenderte,
anudar el viento
pintando el dilema de usar
o no usar mis sombras
como un filtro para este presente incoloro...

Jugar con esas tarjetas,
romper las esquelas,
prestarme de la luna
un poco de su reflectancia,
animar al sol,
romper la tierna oscuridad
con mis pensamientos como polillas,
hilvanando un dibujo en la serenidad...

Quisiera ser un adulto, y ya no, el niño que se encierren este Cuerpo de hombre, que sin nombre, va vagando por las calles de alguna ciudad que le conoce, en un concepto vago y tirano como lo que ven, Los de corazón simple, vendito capullo, donde me arrullo disfrutando del agua, que de una fuente se brotaba, capullo de orgullo y sed de mi alma, de un verde parque, donde con arte, expresó en palabras lo que siento y nunca me atrevo a decir.

Máscaras de piedra
de cuchillo
de sombra detenida

máscaras inertes
para tu cadáver
máscaras de aguja
y de morfina

Máscaras de estupro
de fuga
de absurda letanía

máscaras de inútil
para la indolencia
máscaras de lepra
y de suicida

Máscaras de lágrima
de cópula
de clímax sanitario

máscaras infames
para la belleza
máscaras de Cristo
y de profeta

Máscaras de insecto
de verruga
de lápida silente

Que pena me da,
cuando sólo queda una canción,
una frase ínfima,
en lo sobrecogedor de tu corazón.

Cuántos deseos reprimidos,
sublimes destellos del pasado,
traen a mi memoria afectada,
para no volver a cantar.

Que pena me da,
escuchar las suaves notas,
leer aquellos versos,
sin poder acercarme y tocar tu pecho.

Ahora es tiempo de recordar,
Anhelar un deseo,
Que pena me da,
cuando me veo sumergido en mis desvelos.