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poema

NO TAN CALLADO...

Soy el árbol que callado
se despeina en la ladera,
soy la rama que en su espera
en silencio se ha quebrado;
hojas al viento he lanzado
destrozando mis vestidos;
tuve tiempos florecidos
de verdor y lozanía...
pero la tormenta impía
de la vida; me ha vencido.

Suerte que la Primavera;
que es sinónimo de amor
llega en todo su esplendor
visitando la pradera;
el árbol pronto se esmera
y se aferra a los colores,
la belleza de las flores;
el canto del ruiseñor...
y revive en su verdor
lejanos cantos de amores.

Soy ese árbol callado
con la caricia del viento,
de mi raíz me alimento;
de mi tronco desgarrado,
mil flores he regalado
entregadas con amor;
le he puesto fuerza al dolor
y no falta mi sonrisa...
suave, sincera, sin prisa
a plena luz y color.

poema

Hoy

https://youtu.be/SaCJegVUCSE?si=_XLoUMkl87TJp49S
Hoy lloré.
Y cada lágrima me decía: ¿por qué.?
Sus calientes  gotas gritaban, no más.
Y mis ojos se empaparon del dolor.
Comprendí, que una puerta se cerró.
Que la flor se marchitó.

Lloré, porque me duele el corazón, me cansé sin correr, me debilité, por las letras que gasté.
Lloré, porque no hay piedad, ni sinceridad, y es difícil  dominar el arte de llorar.
Se congeló la sangre de mis venas para no sangrar.
¡Lloré! , Por qué hay ladrones de ilusión.
Lloré porque tengo piel y corazón. 
Y me pregunto. 
¿A quién le gusta  el dolor?
No te guardes el rencor ni tampoco las ganas, llora de emoción, por amor o con saña.
Lloré, porque mis violetas se enfermaron
Y su fragancia se esfumó.
Lloré, porque aquí voy  como mujer en el desierto, queriendo calmar mi sed.
Lloré porque cada lágrima precede a la calma y el sufrimiento cura la herida.
No me taparé el rostro para que no me vean llorar, que se alisten las azucenas que ya quiero despertar.
Despertar y ver que ya no lloro más. 
Que todo pasará ,que el agua correrá y aplaudirá a la tristeza que tuvo la valiente osadía de llorar. 
08-04-2025

 

poema

Donde el alma siembra.

**Amanece en mi montaña**
y un rayito de sol me invita a despertar.
Se escucha el canto de las aves
y el sonido de castañuelas en los establos al pasar.

Un pajarraco saltando,
un ganso que corre tras un gato travieso,
mientras el fogón ya está encendido
y el aroma del café sube en el aire espeso.

¡Cojan las botas! —grita el abuelo—
que hoy subimos a la montaña.
Trae tu machete, aunque sea sin gana,
y un saco para llenarlo de frutos con maña.

Hay que bajar temprano, dice,
caminar por tierra negra hasta el trapiche.
Es abril y pronto lloverá,
mejor con agua en los pies que correrle a la crecida ya.

“¡Aquí no hay hambre!”, clama el campesino,
“Aquí se vive de la tierra, de su raíz y su destino.”
Yo sigo el sendero con paso sincero
y me topo con un tronco carcomido y viajero.

Allí, la ardilla danzarina
deja su huella fina entre el cañaveral,
y más allá, en la ribera,
una hilera de hormigas coloradas marcha sin esperar.

Cargan hojas verdes como caña,
yo las observo en calma,
cuando un silbido me llama:
“¡Suba hija, que le gana el chocolate !”

Es el perro de la abuela,
cafecito y suavecito, pero fiera en la escuela.
Le sigue el peregrino, no es hombre ni niño,
es el perro del vecino,
más bien un pirata con un solo ojo y una pata, perro sin camino,
pero alegría en su destino,
corriendo entre las plantas de maní con tino.

Veo al abuelo sacando yucas altivas,
y le pregunto: “¿Y ahora? ¿Con tanta carga en las lomitas?”
Él me responde con risa bendita:
“Para eso tengo a Quinceañera,
Me río a carcajadas,
“¿Dónde está? ¿Quién es ella?”
“¡Es la más terca, la más bella!”
mi mula la más viejita.”
me dice mientras el sol cae entre las quebradas.

Miro al cielo y me enamoro,
mi corazón late lleno de decoro.
Qué milagro es tener una montaña,
un abuelo y tan grata compañía temprana.

Bajo al riachuelo a bañar mi frente
y entre mil piedras, ¡un camarón reluciente!
“¡Abuelo, abuelo, venga a ver!”
“Déjalo, mija, ese es un mito de nuestro ayer.

Es el camarón de oro, un cuento antiguo,
no se come, no se toca,
solo se mira y provoca,
porque su brillo inspira a cuidar lo que es digno.”

“Para la boca hay gallina,
envuelta en hoja de plátano y tostada harina,
chicharrón caliente con tortilla
y de postre una natilla
que no hallarás ni en el pueblo ni en la más bella villa.”

Ya bajando por la orilla
un pastal nos acerca a la tranquilla,
y otra vez grita el abuelo con risa sencilla:
“¡Espere hijita! Aquí hay que llevar comidita
a Galápagos, que es parte de mi cuadrilla.”

“¿Y qué es eso, viejo mío?
Usted me confunde con tanto desvío.”
Y me replica entre risas sinceras:
“¡Ay mijita, ya mismo se lo presento,
es mi burrito, el más lento de la yunta entera!”

Y yo sonrío entre abrazos y saltos,
entre bromas, machetes y cantos.
“Hijita,” me dice, “la soledad y la compañía
nos hacen poetas del alma, cada día.

Hablar con el gato, reñir al burro y al ganso
son nuestros tratados de viejos, sin descanso.
Así evitamos dolencias y males,
y seguimos sin bastón ni andares torpes o triviales.”

Dejemos a los álamos en la cima,
a las nubes blancas y al azul que nos anima.
Regresemos a la casita con calma,
no sin antes bucear en la cascada
y anotar en el calendario la dulce temporada:

En octubre el mango, luego naranja y mandarina encantada.

Aquí en mi campo respiro a coro con melodías del cielo,
mi alma se aparta, medita en su vuelo
entre bosques inmensos y frescura bendecida,
y en mis labios, el dulce despojo
de una granada… para dar la despedida.

poema

Ensayo Literario: La Génesis del Verso.

ENSAYO LITERARIO: LA GÉNESIS DEL VERSO.

Por Leonardo Sarmhi.

I. INTRODUCCIÓN.

En el presente ensayo se explorará la génesis del verso como un fenómeno profundo y transformador que conecta lo consciente con lo inconsciente, una corriente constante que surge del interior del poeta. El verso, en su esencia, es mucho más que una mera unidad métrica lingüística; es la manifestación de un diálogo interno que da forma y vida a los pensamientos y emociones más íntimos del descubridor. En ese sentido, se innova y redefine al verso, al poema y a la poesía, cautivas por una literatura desfasada.

A lo largo de este ensayo se abordará cómo el verso emerge del inconsciente, actuando como un puente entre los recuerdos reprimidos, los deseos ocultos y la conciencia que los traduce en palabras. Se utilizará el poema "Llegó mi amor", de Leonardo Sarmhi, como ejemplo para ilustrar cómo el verso no solo se convierte en un vehículo de expresión emocional, sino también en un canal que conecta al poeta con el lector en una experiencia compartida.

Además, se examinarán los enfoques psicológicos y literarios que sustentan esta visión del verso, basados en las teorías de Freud, Jung y Heidegger, así como los fundamentos neurocientíficos que respaldan la revelación artística.

II. BREVE RESUMEN.

Desde una perspectiva analítica, el verso tiene su génesis en la inconsciencia humana: un vasto reservorio de recuerdos, deseos y emociones reprimidas. La revelación poética actúa como un puente sutil entre el alma y el lenguaje, trayendo a la luz pensamientos y emociones que yacían sumergidos en el silencio interior, a la espera de ser pronunciados. El verso, más allá de ser una simple unidad estructural, se convierte en una línea cargada de vida y significado, un reflejo condensado de la complejidad de la experiencia humana.

La magia del verso radica en su capacidad de ser, a la vez, individual y colectivo. Por sí mismo, posee una identidad y una energía propias; pero en conjunto se une a otros versos para construir el todo que es el poema. Este tejido de palabras y emociones da forma a un universo poético donde cada línea es un hilo que conecta al lector con la sensibilidad del poeta, trascendiendo las barreras del tiempo y el espacio.

De este modo, el verso no solo es el componente esencial del poema, sino también su espíritu vital. Es un diálogo continuo entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo que se conoce y lo que se descubre. En esta interacción reside su grandeza: el verso, como reflejo del alma del poeta, se convierte en el vehículo que transporta al lector hacia las profundidades de su propia humanidad.

III. CONCEPTUALIZACIÓN SEGÚN LA TEORÍA DE LEONARDO SARMHI.

Para Sarmhi, el verso tiene su génesis en una inconsciencia biológico-cerebral lírica, allí donde las regiones subcorticales —cuna de lo emocional, lo instintivo y lo ancestral— urden en penumbra los tejidos invisibles del lenguaje poético. Brota como un susurro de lo no dicho, en la que las emociones primigenias, los recuerdos afectivos y la memoria universal humana se entrelazan en un silencio prelingüístico. Se indica que el verso no nace de la razón, sino de una necesidad rítmica que antecede a la palabra: el poeta no lo fabrica, lo revela. Afirmando el autor, asimismo, que el verso no es simplemente un conjunto de palabras ordenadas según reglas de métrica y cadencia, es algo más profundo: un microcosmos poético, un pequeño universo vivo que nace en las profundidades de nuestro inconsciente, de nuestra biología cerebral. Este microcosmos se alimenta de nuestras vivencias, sean agradables o dolorosas, de todo lo que hemos experimentado y que, en muchos casos, se encuentra reprimido u olvidado. A través de la inspiración y de las “intensas emociones cargadas” (Leonardo Sarmhi), lo intangible se hace visible; lo que está oculto se revela.

El verso, entonces, no solo es una construcción técnica o una unidad estructural, sino que se convierte en una manifestación directa de esos fragmentos ocultos de nuestro ser. Es un reflejo tangible de nuestra psique, de aquello que normalmente se encuentra en las sombras de nuestra conciencia. En este proceso, el verso se nutre de experiencias que van desde lo más placentero hasta lo más doloroso. No se trata solo de plasmar ideas, sino de canalizar una corriente emocional que fluye desde las profundidades de nuestro ser. Al ponerlas en palabras, les damos forma y les otorgamos un espacio en el mundo exterior, para que otros las puedan reconocer y, tal vez, conectar con sus propias experiencias.

El propósito del verso, según Sarmhi, es que, al leerlo, el lector pueda sentir no solo lo que experimenta el poeta, sino también lo que yace en su propio interior. El verso, por lo tanto, no es solo una técnica, sino un vehículo que nos permite comprender mejor nuestra humanidad compartida.

3.1 El Verso como Proceso Explorativo.

La revelación del verso no es un simple acto consciente de elegir palabras; es un proceso complejo que involucra dos dimensiones fundamentales de la mente humana: el inconsciente y la conciencia. El inconsciente actúa como un vasto reservorio de emociones, recuerdos y deseos reprimidos. Desde este espacio oscuro y profundo surgen imágenes, símbolos y sentimientos que, por lo general, permanecen ocultos. Sin embargo, al ser percibidos y comprendidos por nuestra conciencia, estas formas inmateriales adquieren vida, se estructuran y se moldean hasta convertirse en versos.
Este proceso explorativo no es lineal ni predecible; se presenta más bien como un flujo continuo entre lo consciente y lo inconsciente, donde navego, como poeta, entre ambos mundos. De mi conciencia, extraigo los recursos técnicos que me permiten construir y dar forma a esas imágenes y símbolos; del inconsciente, obtengo la inspiración más profunda, la que no puede ser verbalizada de otra manera. El verso, entonces, se convierte en un puente entre estos dos mundos, una línea que conecta esa vastedad interna con la forma externa, visible y comprensible.

Cada verso, en su experiencia, es único. No es una simple construcción formal, sino que lleva consigo una carga de significación que no solo tiene sentido, sino que está destinada a evocar emociones particulares en el lector. En este sentido, el poema se convierte en un acto de comunicación genuina, donde mis pensamientos más profundos y mis sentimientos más ocultos encuentran su cauce y, al mismo tiempo, hacen posible que el lector se reconozca en esos mismos sentimientos, creando un vínculo entre ambos.

3.2 El Verso como Entidad Viva.

Según la teoría de Sarmhi, “el verso tiene vida psíquica propia” (Leonardo Sarmhi), una existencia que trasciende su función lingüística. Esta vida se manifiesta en diversos aspectos que lo convierten en algo más que una simple construcción de palabras. En primer lugar, el verso posee un dinamismo emocional inconfundible. A través de él se canaliza una amplia gama de sentimientos, desde la alegría hasta la melancolía, desde el amor hasta la angustia. Estos sentimientos emergen con fuerza desde el inconsciente y, mediante el verso, encuentran una forma de expresión directa que se comunica, de manera casi instantánea, con el lector.

En segundo lugar, está la riqueza simbólica que cada verso encierra. Cada línea poética está impregnada de imágenes y metáforas que invitan al lector a interpretar, a buscar un sentido personal en ella y a conectarse con sus propias vivencias. Esta dimensión simbólica convierte al verso en un instrumento de gran flexibilidad, abierto a diversas lecturas y significados, lo que lo hace profundamente subjetivo, tanto para quien lo crea como para quien lo recibe.

Finalmente, aunque el verso puede ser analizado de manera individual, adquiere su verdadero significado solo cuando se integra dentro del contexto global del poema. Así como una sola pieza de un rompecabezas no revela toda la imagen, el verso, por sí solo, no completa la totalidad del poema. Es en la interacción con los demás versos, en el conjunto de la obra, donde cada uno de ellos encuentra su función y propósito, contribuyendo al desarrollo del tema, el tono y la atmósfera del poema.

3.3 El Verso y el Poema.

El verso no es solo un elemento estructural, sino un componente esencial que contribuye de manera significativa a la revelación orgánica del poema. El poema no es simplemente una suma de versos; es una construcción en la que cada verso actúa como un ladrillo que da forma a un edificio. Sin embargo, cada uno de estos "ladrillos" posee una vida propia, una carga emocional y simbólica que va más allá de su función estructural. Así, el poema se convierte —siguiendo la concepción de Leonardo Sarmhi— en un organismo psíquico vivo, en el que cada verso aporta una contribución única al significado global, al alma del poema.

El verso, entonces, es mucho más que una simple unidad métrica o rítmica; es el vehículo a través del cual el inconsciente del poeta se manifiesta y, al mismo tiempo, el medio que permite al lector acceder a una experiencia emocional profunda. La interacción entre los versos no solo crea una estructura formal, sino que teje una red de significados que, a través de su resonancia emocional y simbólica, ofrece una comprensión más profunda de la complejidad humana. De este modo, el poema, alimentado por el verso, no solo refleja el mundo interior del poeta, sino que también invita al lector a descubrir su propio ser, en un viaje compartido hacia lo más profundo de la psique.

3.4 El Verso como Conexión Emocional y Temporal.

El verso posee el poder de conectar el presente con el pasado. Las experiencias olvidadas o reprimidas resurgen a través de él, permitiendo tanto al poeta como al lector revivir momentos clave de su existencia. Este aspecto temporal del verso lo convierte en un puente entre lo que fue y lo que es, enriqueciendo la experiencia poética con múltiples capas de significado.

Además de su dimensión temporal, el verso se erige como un medio para acceder a lo sublime, esa sensación de asombro y trascendencia que experimentamos ante lo inmenso y lo desconocido. Al manifestarse el inconsciente del poeta en el verso, lo sublime emerge en el poema, elevando la experiencia del lector más allá de lo ordinario.
El verso también mantiene una conexión intrínseca con la memoria emocional del poeta. No se trata solo de recordar eventos, sino de revivir las emociones asociadas a ellos y transformarlas en arte. Esta dimensión emocional del verso lo convierte en un medio poderoso para explorar y expresar la condición humana.

Al surgir del inconsciente, el verso representa un espacio de libertad revelativa, un lugar donde el poeta no está limitado por las convenciones sociales o las restricciones de la lógica consciente. En este sentido, el verso se convierte en un acto de emancipación, una afirmación de la autenticidad del poeta y su capacidad para descubrir algo único y significativo.

3.5 El Verso Revelado y la Memoria Universal Humana.

Leonardo Sarmhi acuña los términos “El Verso Revelado” y “La Memoria Universal Humana”, conceptos que trascienden tanto la noción de “memoria ancestral” como el “inconsciente colectivo” propuesto por Carl Gustav Jung. A diferencia de estas teorías, que se fundamentan en la transmisión arquetípica o simbólica heredada, la Memoria Universal Humana va más allá; no se reduce a una estructura arquetípica, sino que se erige como un vasto archivo órfico, emocional y lingüístico, en el que yacen —latentes— todos los versos posibles que podrían ser revelados por la humanidad.

En este marco, la teoría del Verso Revelado sostiene que cada expresión poética auténtica no emerge de un acto meramente volitivo, racional o técnico, sino de una experiencia reveladora. El poeta no "crea" el verso: lo trae a la superficie desde regiones profundas de la inconsciencia humana, activadas por la inspiración interna o externa, por una intensa carga emocional o, bien, a través de la intuición, el sueño, el trauma, la pasión o el asombro. La fuente última del verso genuino no es, entonces, el intelecto deliberativo, sino una sintonía con un plano transmental, donde vibra la resonancia poética de lo humano.

Este proceso conlleva una relectura del "inconsciente poético", ya no entendido como un espacio abstracto o simbólico, sino como una red biológico-psíquica de acceso común: la Memoria Universal Humana. Esta memoria no pertenece a un individuo en particular, sino que es compartida, colectiva e indivisible, inscrita en el lenguaje, en la psique profunda y en los tejidos de la biología afectiva de la especie. El poeta, como médium de esa vibración universal, accede a sus resonancias cuando sintoniza con su frecuencia interior.

Como lo expresa Sarmhi:

“Si el poeta no lo tiene en su mente consciente o inconsciente, lo recibirá a través de la memoria universal compartida por la humanidad.”

Esta afirmación sintetiza el núcleo de la teoría: el poema no es un producto mental, sino una revelación transmental, una manifestación lingüística y emocional de la memoria afectiva de la especie humana. Así, el verso auténtico se revela como un fragmento visible de una red invisible de conocimiento emocional ancestral, compartido, vibrante y eterno.

IV. FUNDAMENTOS CIENTÍFICOS: NEUROCIENCIA, PSICOLOGÍA, LITERATURA Y FILOSOFÍA.

La Teoría sobre la Génesis del Verso se ampara en diversas disciplinas científicas y filosóficas para dar una base sólida al ensayo poético. En primer lugar, la neurociencia y la psicología proporcionan un marco esencial para entender el papel fundamental del inconsciente en el proceso creativo. Según Carl Jung, el inconsciente colectivo alberga arquetipos universales, patrones de pensamientos y emociones comunes a toda la humanidad. Estos arquetipos se expresan simbólicamente en el arte, particularmente en la poesía, donde emergen como imágenes y metáforas que conectan al poeta con sus experiencias personales y las del colectivo humano. Al igual que Jung, Freud también destacó la importancia del inconsciente, sugiriendo que los sueños y las asociaciones libres actúan como puertas a esos contenidos reprimidos que emergen durante el proceso creativo. En el caso del poema, se considera que estos mecanismos inconscientes se manifiestan a través de los versos, siendo los poemas una forma de traer a la superficie los recuerdos y emociones reprimidos del poeta.

Desde una perspectiva neurocientífica, estudios sobre el cerebro humano corroboran cómo las emociones y los recuerdos se procesan en áreas clave, como el sistema límbico —el cual regula las respuestas emocionales— y la corteza prefrontal, que se asocia con la toma de decisiones y la racionalización. Esta interacción permite que estímulos internos, como recuerdos olvidados o vivencias dolorosas, se transformen en expresiones creativas —como los versos— mediante un proceso de integración emocional y cognitiva. Investigaciones recientes en neurociencia cognitiva, como las de Antonio Damasio, señalan que el cerebro utiliza las emociones como un motor para la “creatividad”, especialmente en procesos artísticos como la escritura. De esta manera, el verso no solo emerge del inconsciente, sino que también se nutre de esta interacción neurológica entre las emociones y la cognición, lo que otorga al poema una capacidad única para comunicar lo inefable.

En el ámbito literario, filósofos como Martin Heidegger han sostenido que el lenguaje poético tiene la capacidad de desocultar el ser, de revelar las verdades más profundas de la existencia humana. Según Heidegger, el poema no es solo una estructura verbal, sino una forma de capturar la esencia de lo que somos y de lo que experimentamos. El verso, en este sentido, se convierte en una expresión pura y esencial del ser, donde la subjetividad del poeta se proyecta y se comparte con el lector. La poesía, entonces, se convierte en una revelación, una forma de acceder a una comprensión más profunda de la vida y del ser. En este contexto, el verso no solo actúa como un vehículo de la experiencia emocional del poeta, sino también como un medio para que el lector se conecte con las dimensiones más profundas de su propia existencia.

La filosofía también ofrece una mirada enriquecedora sobre el verso desde la perspectiva de Friedrich Nietzsche, quien sostenía que el arte es una forma de afirmación de la vida, una expresión de la voluntad de poder que permite a los individuos trascender sus limitaciones. La poesía, en su forma más auténtica, es un acto de liberación del poeta, una forma de afirmar su existencia y su visión del mundo. Al “crear versos”, el poeta no solo revela su mundo interno, sino que también desafía las convenciones sociales y las restricciones de la lógica consciente, permitiendo una mayor autenticidad en la creación literaria.

Así, la génesis del verso no puede entenderse como un acto aislado o superficial; es el resultado de una compleja interacción entre el inconsciente, el cerebro y el lenguaje. La neurociencia, la psicología, la filosofía y la literatura proporcionan las bases para comprender cómo el verso se origina en lo más profundo del ser humano y cómo, a través de su expresión, se convierte en una herramienta poderosa para explorar, comunicar y transformar las emociones y experiencias más profundas.

V. ANÁLISIS PROFUNDO: LA GÉNESIS DEL VERSO.

Es fundamental entender que el verso no es simplemente una unidad estructural dentro del poema, sino que se origina a partir de un proceso dinámico y profundo que conecta la conciencia con el inconsciente del poeta. Este vínculo da lugar a una manifestación de emociones, recuerdos y simbolismos que brotan en forma de palabras. Desde un enfoque científico y literario, el verso emerge como un reflejo de la interacción de distintas áreas del cerebro y de la psique humana, lo que lo convierte en una entidad viva dentro de la poesía.

En primer lugar, el origen del verso conforme a Sarmhi, está en el inconsciente-biológico-cerebral lírica humana, donde se almacenan las experiencias, recuerdos y emociones —tanto agradables como dolorosas— que esperan ser liberados. Según Carl Jung, el inconsciente alberga los arquetipos universales, es decir, imágenes y patrones simbólicos que se manifiestan en el arte, particularmente en la poesía. Estas imágenes no son producto de la imaginación pura del poeta, sino que se derivan de un cúmulo de experiencias humanas compartidas que residen en el inconsciente colectivo. Freud, por su parte, propone que los mecanismos del inconsciente, tales como los sueños y las asociaciones libres, son canales para acceder a estas emociones reprimidas. Al escribir un verso, el poeta no solo expresa sus pensamientos conscientes, sino que libera las voces silenciadas del inconsciente, haciendo de cada línea un punto de conexión entre lo profundo del ser y la superficie del lenguaje.

De acuerdo a la teoría de la “Memoria Universal Humana” de Leonardo Sarmhi, se ofrece una perspectiva más amplia y compleja para la génesis del verso, dado que no solo recoge los elementos arquetípicos heredados, sino que amplía el campo hacia una red integral de resonancia emocional, cognitiva, biológica y lingüística. En este marco, el verso auténtico se revela como una manifestación transmental que se origina en un depósito ancestral compartido, accediendo a un acervo de significados que trasciende al individuo. En consecuencia, esta visión no se limita a los patrones fijos del inconsciente colectivo, sino que integra una dimensión viva, dinámica y en constante evolución, de la cual emanan todos los versos posibles.

En este contexto, cada verso se convierte en una unidad viva que tiene una existencia propia dentro del poema. No es solo una parte de una estrofa o un poema, sino una microestructura que, al ser colocada junto a otros versos, crea una sinergia que enriquece el todo. Como un organismo en sí mismo, el verso tiene vida y es capaz de generar emociones en el lector a través de sus imágenes, metáforas y ritmos. En otras palabras, cada verso no solo comunica un fragmento de significado, sino que es capaz de resonar con el lector de una manera emocionalmente intensa, elevando la poesía a una experiencia visceral. Esta cualidad del verso está también respaldada por las ciencias neurológicas, donde se reconoce que el cerebro humano es capaz de procesar emociones complejas a través de estructuras como el sistema límbico, que interactúa con la corteza prefrontal para transformar esas emociones en expresiones creativas.
Un ejemplo claro de esta interacción en la revelación de un verso se puede observar en el poema "Llegó mi amor" de Leonardo Sarmhi. Tomemos el verso: “¡Ha llegado mi amor!, en una carroza de lirios, / descendiendo, camina por el suspiro de una flor.” Este verso no solo describe una llegada amorosa, sino que es una representación simbólica del anhelo del poeta, proyectado en imágenes cargadas de belleza y pureza. La carroza de lirios y el suspiro de la flor no son solo elementos estéticos, sino que simbolizan la esperanza y la inocencia que el poeta busca recuperar o experimentar nuevamente. Estas imágenes brotan del inconsciente, resonando con emociones profundas que se transforman en metáforas que enriquecen la experiencia del lector. Del mismo modo, los versos como “Mis manos temblorosas se abrazan, / el atrio de mi soledad por ella abriré” reflejan la dualidad entre la vulnerabilidad y la esperanza. El temblor de las manos no es solo físico, sino también emocional; es un eco del inconsciente que aflora en la escritura.

Desde esa línea, cada verso se erige como una unidad autónoma, una especie de microcosmos en el que se condensan todas las emociones, recuerdos y significados del poeta. El verso no solo es una línea de texto, sino un espacio de vida que permite al poeta interactuar con su propio ser, explorando el inconsciente y proyectando sus visiones al exterior. Cada verso es un reflejo de la energía psíquica del poeta, una representación simbólica de su estado emocional en ese momento, lo que otorga al verso una cualidad única y poderosa. Para este caso en concreto, el verso “Me tiembla el alma” es, en mi perspectiva, una manifestación profunda y simbólica que revela la interacción entre la conciencia y el inconsciente del poeta. Desde el punto de vista literario, no solo describe una sensación física de temor o agitación, sino que, al integrar la palabra "alma", se eleva a un nivel más abstracto y profundo, convirtiéndose en una metáfora que trasciende lo puramente corporal. Al asociar el temblor con el alma, el verso se convierte en una expresión del conflicto interno del poeta, un temblor que no es meramente físico, sino un suspiro emocional, una vibración del ser más íntimo.

Se entiende que este verso surge de una interacción entre el inconsciente y la capacidad consciente del poeta para darle forma a lo que yace oculto en su psique. Cuando se dice "me tiembla el alma", no solo se está describiendo un estado emocional superficial, sino que se está revelando una experiencia interna, un eco de sentimientos profundos que provienen de vivencias pasadas o de emociones no completamente conscientes. El "tiembla" tiene una carga simbólica poderosa, pues no se limita a describir una respuesta física, sino que lleva consigo el peso de una sensación interna que remite a una emoción reprimida o no del todo asimilada. Esta es la esencia de lo que se propone en la génesis del verso: cada palabra, cada línea, no es solo un reflejo del momento presente, sino una proyección de todo un universo emocional que el poeta lleva consigo.

Al emplear la palabra "alma", se está dotando a ese temblor de una dimensión mucho más profunda, de un espacio intangible donde residen los deseos, los miedos y las inquietudes más profundas. No es solo una manifestación de ansiedad, sino un susurro del ser, un temblor que habita en lo más profundo y que se libera solo a través del verso. De manera similar, el verso “En tu pecho sembraré el tiempo que te esperó mi alma” se desprende del inconsciente como una afirmación del deseo de trascender el tiempo y las limitaciones humanas, encapsulando la intensidad del amor y la dedicación.
El verso tiene un poder de transformación al ser integrado en el contexto de la estrofa o del poema en su totalidad. Al combinarse con otros versos, se crea un organismo literario en el que cada elemento, cada palabra, contribuye al todo. Como un cuerpo humano formado por células, cada verso tiene una función dentro del poema, pero también posee autonomía en su capacidad de resonar emocionalmente con el lector. En este sentido, el verso no solo forma parte de un poema, sino que existe de manera simultánea en un microcosmos emocional y simbólico que es tan vivo y complejo como el propio poeta. Es este microcosmos el que hace que el verso, y el poema en su conjunto, se conviertan en una experiencia única tanto para el creador como para el receptor.

VI. CONCLUSIÓN.

En conclusión, Leonardo Sarmhi afirma que el verso no nace en la conciencia deliberada, sino que tiene su génesis en la inconsciencia biológico-cerebral lírica, en las profundidades límbicas de la biología humana. Surge en las regiones subcorticales del cerebro, donde residen las emociones arcaicas, las memorias afectivas y las imágenes primordiales aún no verbalizadas, señalando que, antes de que la palabra lo enuncie, el verso ya pulsa como ritmo, como urgencia interna. No es creación o invención del poeta, sino revelación: lo reconoce, lo traduce, lo encarna.

El verso no es solo una unidad métrica o rítmica del lenguaje poético, ni una simple secuencia de palabras, sino una manifestación viva de la psique humana; una proyección de nuestras emociones, recuerdos y deseos que emergen de las profundidades del inconsciente. Cada verso surge como una materialización de esas experiencias reprimidas u olvidadas, transformándolas en arte y dándoles forma y significado.

Esta teoría Sarmhiana subraya que el verso es, ante todo, un proceso dinámico y profundo en el que lo consciente y lo inconsciente se entrelazan. El poeta, al escribir, canaliza sus emociones y vivencias en una línea que no solo transmite un mensaje, sino que también refleja el estado emocional y psíquico de un momento particular. En el poema "Llegó mi amor", por ejemplo, los versos no solo reflejan un encuentro amoroso, sino que se convierten en una ventana hacia el mundo interno del poeta, un medio para explorar las emociones más profundas, los anhelos y los deseos más genuinos.

Afirmando asimismo el autor que el verso es un microcosmos —una unidad autónoma que refleja una carga emocional y simbólica única—, cada verso no es solo una parte de un poema, sino un organismo psíquico vivo que, al ser colocado dentro de una estrofa o de un poema completo, contribuye a la revelación de un espacio simbólico. Este espacio es un punto de conexión entre el pasado y el presente, entre lo consciente y lo inconsciente. A través del verso no solo se da voz a lo que sentimos, sino que también se establece un vínculo profundo con el lector, invitándolo a un proceso de autodescubrimiento.

En definitiva, la génesis del verso se erige como un acto de revelación y como un puente entre lo interior y lo exterior. El poema se convierte en un espacio en el que todas las facetas del ser humano se entrelazan, creando una conexión genuina entre el poeta, la obra y el lector. Cuando el poeta concluye un poema, ocurre una transformación profunda: la obra se emancipa de su origen personal y se integra en la experiencia vital de cada lector, construyendo así un patrimonio literario colectivo que trasciende el tiempo.
...
DRA: Leonardo Sarmiento López.
Imagen subida de la red.
21 de diciembre de 2024.
Lima _ Perú.

poema

Génesis del Verso.

GÉNESIS DEL VERSO.

(Genesis del Verso)

Antes del verbo,
antes del ritmo que la métrica encadena,
yace el germen ignoto,
brizna de sombra reposando en la médula de la inconsciencia.

No es la lengua quien lo engendra,
es el pulso del sistema límbico,
sagrario donde la emoción fructifica,
y el verbo brota, instinto fulgurante.

No nace en la gramática
ni en el yugo de la cadencia impuesta;
se fragua en la urdimbre del inconsciente,
en la liturgia muda de la vivencia.

Poema aún sin alba,
ritual que en el poeta se crispa,
herida abierta en la carne del verbo,
resueno de génesis que jamás se extingue.

Entidad biológica,
cerebral lírica viviente;
el verso no expira,
se transmuta en su invocador,
ascua errante en el exilio del tiempo.

Ningún verbo lo contiene,
ningún signo lo limita;
es pupila que devora océanos,
espejo donde arde el ayer.

Lee un verso el niño en su albor,
y sin saber, en la piel se le anida,
como un soplo de tiempo dormido.
Aunque lo niegue, aunque lo olvide,
cuando el ocaso le toque el latido,
volverá —con otra voz,
otra herida, otro rostro—
a descubrir que fue poesía su vida.

Si es leído, respira;
si es silenciado, reposa.
No se desvanece,
solo aguarda su resurgir
en la mente que lo evoque.

Verso de arenas movedizas,
significados que huyen y regresan,
matices que el poeta esculpe,
sueños que el alba sepulta.

Cada pupila lo transmuta,
cada lágrima le talla aristas,
cada siglo lo viste con inéditos velos,
y en su abismo inasible
vaga el numen del lector.

Es la criatura sin rostro
que el poeta cincela y libera,
relámpago que se gesta en la sombra
y se extingue en su propio fulgor.

Nada en él permanece,
nada es ofrenda inmutable;
se escurre, se fractura y se renueva,
como el cauce de un río que nunca es el mismo,
y, sin embargo, sigue siendo agua, siempre río.

Verso, ente incorpóreo,
soplo inmortal,
péndulo semántico en perpetuo vaivén,
oráculo errante en la mente humana,
fósil y génesis de una verdad órfica.

Autor: Leonardo Sarmiento López.
Imagen subida de la red.
30 de enero del 2025.
Lima _ Perú.

poema

LEJOS

Dile al tiempo que no corra,
que se acurruque por ahí,
silente y dormido
para que pueda esperarme.

Huye de mi como un vendaval,
indómito, salvaje,
sin importar cuán lejos estoy,
cuán lejos he quedado...

Ya no lo veo.
Tan distante está de mi pasado y presente!
Suspendida en aleteo único
quedó mi alma...

Es bueno dejar ir lo que es inalcanzable.
Todo tiene un punto de adiós.
Pero... cómo hiere a veces
decir "hasta nunca"!

yisa 9/04/2025

NOTA: imagen de la web

poema

"Un nuevo mar"

Lloré cuando te marchaste,
recogida en otros brazos.
Con el alma hecha pedazos
¡fui yo quien sufrió el desgaste!.
Y con ello tú cargaste.
Fue tu engaño la tormenta,
de rayos hicieron cuenta
saberse herida en el alma.
Y el orgullo pidió calma
Amor es y se reinventa.

Mi dicha y felicidad,
ahora son mariposas.
¡Tan bonitas son las cosas!
que veo con claridad
que respiro honestidad.
¡Que mi vida no está rota!
Solo el mar cambió su flota.
Puso ruta a nuevo puerto
y con temporal abierto,
no existió ya la derrota.

E. Escribano

poema

Llegó mi amor.

LLEGÓ MI AMOR.
(l'amore è venuto)
...

¡Ha llegado mi amor!, en una carroza de lirios,
descendiendo, camina por el suspiro de una flor,
viene a tocar mi puerta polvorienta de olvido,
a enjugar el sollozo de mi alma espinado por el dolor.

¡Dios!, me lleva al empíreo su envolvente aroma,
¡Mi plegaria ha sido escuchada!,
se regocija mi corazón con la melodía de sus latidos,
y de su capullo mi alma brota desempolvada.

Mis manos temblorosos se abrazan,
el atrio de mi soledad por ella abriré,
y le pondré una aureola de luna y sol, y abrazándola
con la fe de mi esperanza, sus manos besaré.

¡Me tiembla el alma!

¡Oh piadoso amor!, te recibo con devoción,
¡Princesa mía! brotan de tus ojos la primavera,
colmas de verdores mi macilenta fría casa, ¡Permíteme, oír
los cánticos celestiales de tu voz, que por años mi amor espera!

¡Oh Divino generoso!

¡Su amor enciende mi fogata cubierta de hielo,
la sequía en sus manos se hace bendita agua, azul como el cielo!

Me extiende su mano, y entregándome un pétalo de orquídea,
clama mi amada; ¡Te entrego mi universo!,
¡viviré contigo, en la morada de tus flores,
navegaré en tus acuarelas, serás mi pintura y verso!

¿Señor puede un corazón albergar tanta felicidad?

¡Me abraza la riqueza de su amor
la impoluta melodía de sus ojos me llena de fervor!

¡Oh, amada mía!, me apena mi pobreza, no tengo nada que ofrecerte,
¡Tan solo mi corazón será inmortal para amarte!

Divina, en cada aurora te despertaré con la lira de mi espíritu,
en tu pecho sembraré el tiempo que te esperó mi alma,
florecerán en tu corazón sus ansias por acariciarte,
no tendrás angustias, velaré con incienso y rezos tu calma.

Y, cuando salga el sol, te protegerá mi sombra,
en tu silencio y vacío, seré tu canción,
no habrá cielo donde no pueda dibujar tus labios y besarte,
y cuando la duda asome a tu corazón, seremos religión.

...

< Leonardo Sarmhi >

Derechos reservados del Autor.
Leonardo Sarmiento López.
05 de abril de 2025.
Imagen subida de la Red.

Lima _ Perú.