Conticinio

Nada.
Como nada y como todo, así impregna este sentir que rebosa imperioso entre lo poco que canta el silencio pasado un pensamiento y otro.
Falto de expresión y tolerable ante la absoluta abnegación cuando ya la imaginación se ha cansado de esperar a la orilla desolada.
Quieto y en calma en constante bamboleo, revoloteo de un latir agonizante que pretende renacer cuantas veces la voluntad quiera.
Todo.
Como todo y como nada, así se zambulle aquel pensamiento empapado de inocencia, terco y resolutivo delirio de aire estéril, inmóvil.
Asfixiante remolino por densidad de aquellas palabras amordazadas, cruel presagio de un alegre recuerdo que no es de ningún tiempo.
Omnipresente figura contenida entre angostas paredes, ajena a cualquier designio malogrado por traición en decepción continua.
Todo y nada.
Semblanza en hierro vista a través de un velo sesgado por motivos de particular origen que sin embargo convergen para florecer.
Nada y todo.
Conjunto de similitudes extraordinarias adornadas de contraste anular por méritos de una historia que se repite, respira, resiste.
Conticinio.
Hora incauta de un momento perdido en la memoria de ningún lugar y ausente del recuerdo de nadie, se escabulle reptando por la espalda para posarse en un corazón exhausto.
Sin intención disimulada de marcharse, intento absurdo sin retorno a aquellas fantasías de ojos compasivos, tan familiar a los sentidos y extraño en cada uno de ellos.
Se acaba el tiempo y la ilusión de que nada está ahí se desvanece dando paso a que todo vuelva a lo que siempre ha sido, nada volverá a ser lo mismo y todo será diferente por la eternidad.