Elegía a un Poeta Olvidado

En la cripta sombría, donde el polvo se asienta,
Y la humedad rezuma un aliento glacial,
Llega una sombra, la pena la alienta,
A la morada final, su destino fatal.

No es la Parca severa, ni espectro errabundo,
Sino una silueta de gracia marchita,
Una mujer que en el amor fue profundo,
Y hoy llora ante la losa, su alma afligida.

Sus ojos, antaño faros de dulce fulgor,
Hoy son dos pozos negros de hondo pesar,
Buscando en la piedra un perdido calor,
El eco lejano de un tierno cantar.

Fue su amado poeta, de verbo encendido,
Quien yace inerte bajo el mármol helado,
Su lira silente, su genio dormido,
Por la guadaña cruel, para siempre segado.

Ella recuerda sus versos dolientes,
Sus noches de ensueño, sus besos robados,
Las promesas al viento, hoy tan ausentes,
Los sueños de gloria, hoy ya olvidados.

Sus dedos recorren el nombre grabado,
Con la delicadeza de un último adiós,
Un amor tan fuerte, hoy sólo un legado,
En el frío recinto donde reina el adiós.

La ex novia doliente, con alma sombría,
Ante la tumba se postra, sin más ilusión,
Bañando la piedra con su melancolía,
En la eterna morada de su gran pasión.

Y mientras la noche su manto despliega,
Y las sombras se alargan con lúgubre afán,
Ella vela su duelo, la pena la ciega,
Junto al poeta muerto, su eterno Titán.