LA AUTORIDAD DE JUAN MANUEL

Baqueano desde joven, supo Rosas,
hábilmente faenar, hasta tal punto
que nadie osaba en discutir asuntos
con él, de dicho orden. Tales cosas,
a saber, fueron: el juego del pato,
las yerras, los repuntes y volteadas
del salvaje ganado, las voleadas
y el pintoresco porte. Mi relato
poco podrá decir de aquel paisano
llamado Juan Manuel, de la osadía,
de la seguridad, la gallardía,
la estatura elevada, que no en vano
el gauchaje observó con gran sorpresa,
mas tarde con cariño y que complace
a todo el hembrerío y fue la base
de su ulterior poder. Joven promesa,
él mismo la cumplió. Hoy me demoro
en un recuerdo que retrata a fuego,
el temple de este hombre. Nada agrego
ni resto a la verdad. El oro es oro.
Bien se sabe de su rigor y es fama
también que Juan Manuel, ejerce disciplina,
con excesiva audacia adamantina.
Justicia y rectitud, es su proclama.
El caso es que en los campos de Anchorena,
siendo este nombrado mayordomo,
se entrega a redactar con mucho aplomo
un código especial y les ordena
a su peonada respetar lo escrito:
Peón que porte un arma, de inmediato,
azotado será. Este maltrato,
es poco y nada ante el vil delito.
Pero hubo que Don Juan Manuel un día,
descuidado quizás, cruzó la estancia
con su facón a cuestas. Circunstancia
que atónito dejó a la paisanía.
Murmurando blasfemias ven a Rosas,
ven al mismo que ayer nomás, ordena,
Respeto a la familia de Anchorena,
mediante una ordenanza rigurosa.
Nadie se anima hablarle, sin embargo
un gaucho se adelanta y pega el grito:
!!! Le recuerdo que eso es un delito,
usted sabrá entenderme este descargo!!!
¿Pa´ el mayordomo misma pena reza?
El Caudillo detúvose al instante,
volteó a mirar al noble protestante
y lo felicitó con real franqueza.
Quien ha hecho la ley, hoy la ha infringido.
Ya violada, no hay tiempo pa´ alegatos.
Merezco yo, acaso, el mismo trato,
que cualquiera de ustedes. Mi castigo
saldrá de vuestra mano. Se arrodilla,
mientras desnuda el cuerpo ante el pavor,
de toda la peonada. Su labor,
será azotarme. La inmensa cuadrilla
de gauchos contará los rebencazos.
En silencio lo harán, uno, dos, tres,
y cuatro y cinco y seis, van más de diez,
Ese cuerpo resiste, porque acaso,
el dolor ya no es suyo. No es su piel
la que lastiman , la peonada sabe
quien manda aquí en verdad y de lo grave
que es desobedecerle a Juan Manuel.
LUCIANO CAVIDO