Mi sombra

¡Sombra terrible!, intangible fealdad,
aterrad las hormigas que os vean llegar.
Oh, cortinas asustad, ante la brisa al temblar,
como de verdad contemplar, un fantasma pasar.

¡Engendro diurno!, mi condena es cadena
que de nada se aleja, en ella sucumbo.
El suelo interpreta el horror con destreza,
dos zancos sujetan, pues sin ellos tropieza.

¡Torpe demonio!, eres repulsivo.
Me causa escalofríos ver sus deditos,
como gusanos comprimidos, dolidos.
Asco dan sus brazos, al viento movidos,
no como los mazos, de cientos de olivos.

Llega la noche y me libero,
¡asín!.
Después de tan largo sendero,
¡al fin!.