CLVIII

poema de Iset

A mí qué me importa escribir de la cara de la esposa de don Jerónimo.
Yo quiero escribir de tu rostro.
Pero la gente es tonta, no entienden
y cuando digo tu rostro imaginan cualquier rostro menos el tuyo.
Me podrías reclamar por mi excesiva simplicidad
pero cuántas palabras crees que serían necesarias para describirlo,
para cuando acabe el ocupado lector se olvidaría de que hablaba de un rostro.
Además, se me dan pésimo las descripciones.
Me podrías reclamar por mi obstinada superficialidad,
que es mejor hablar sobre tu personalidad, tus manierismos, tus actitudes
y todas esas cosas que componen el espíritu,
pero si ni siquiera puedo darles un color a tus ojos,
cómo crees que me iría componiendo la forma en que me miras
cada vez que no te doy un beso antes de salir al trabajo.
Supongo que esta tarea es ilimitada y ha de acompañarme hasta el fin.

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