Un poema en la botella

Va un poema en la botella
grita la voz del viento.
¡un poema en la botella!
cuyo destino es incierto.

Vaga por los tempestuosos mares
descubriendo que el mundo
es redondo y perplejo.

La luz de la luna lo venera,
el sol lo contempla,
por ser un poema
el cual su tinta es eterna.

Su viaje es infinito,
su trovador es un mito,
¡un poema en la botella!
Antiguamente escrito.

De pronto la dama del mar
de sus profundidades surgió,
siendo la mujer de Poseidón
el poema en sus manos le llegó
que de la botella lo sacó.

Cautivada por leerlo,
se sorprende por ser tan bello,
pues narraba sobre el amor;
algo tan dulce y de mucho valor.

Versos tan románticos,
versos muy tiernos
que esta diosa los exclamaba
con su melodiosa voz:

En un mundo muy lejano
un joven y apuesto conde existió,
fue la mano derecha del emperador
era un excelente gladiador.

De la hija de éste se enamoró
que en su silencio, protección le juró;
un conde solitario,
un conde enamorado,
que decidió conquistar su corazón.

La amaba con tanto respeto,
la deseaba con tanto anhelo
que al buscarla, un ramo de flores
y rosas rojas le obsequió.

Jurándole un eterno amor.

Un amor que en este tiempo de existir dejó,
un amor que en los recuerdos divagó.

El conde verdaderamente la amó.

Era tan bella, elegante como una reina,
era tan hermosa, radiante como una perla;
era la dama de las diamantes estrellas.

De risa majestuosa,
cuyos ojos brillaban como el zafiro,
una mujer cuyo corazón era lindo.

¡La conquistó!, ¡la enamoró!,
¡la besó!, ¡la abrazó!, ¡la adoró!,
un deseo que tanto ansió.

Pero la guerra los separó,
porque él murió defendiendo al emperador,
su vida dio, muy leal, muy servidor,
el conde salvador…

La diosa lloró y en las profundidades se sumergió
que nunca más volvió,
pues Poseidón la buscó y la buscó
pero ya nunca más la encontró.

Va un poema en la botella,
vuelve a gritar el viento,
¡un poema en la botella!
un misterio, un secreto.