Poesía de William E Amador

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Autor: William E Amador | NI | Desde Jun/2016
Martes, Junio 7, 2016 - 11:05

De penumbra la noche

William Amador
De penumbra la nocheRecorro con la vista la obscuridad de las sombras.Lentamente hacia la pálida frente de la lunaPara susurrarle al oído secretos,Es ese, el momento de agoníaTétrico momento capaz de erizar la piel a una tímida nota musical.El sudor tempano se cae sobre el borde de la cama,El aliento abandona el cuerpo hambriento de sueño,Mientras, se posa en el pedestal de mis lamentos.Ese tosco impulso de poder ver lo invisible, me tienta,Me alienta a bajar estrellas que iluminen la claridad de los deseos,De ese mundo, de galaxias tal partícula de circonio.Veo fantasmas…O quizás, son luces aureoles, venidas de galaxias lejanas,Ese color verdusco de hojas mojadas.
Autor: William E Amador | NI | Desde Jun/2016
Martes, Junio 7, 2016 - 11:02

Utopia gris

William Amador
Utopía grisLa insensatez de mis pensamientos nubla el horizonte de mi razón,Haciendo que mis fraudulentos pasos, sigan tu camino¡Y no es nada! Sentir que la densa niebla me abraza,Envuelve mi pasión ardiente, y quema las ansias de mis labios,¡Y no es nada! Saber que se puede detener el tiempo al verte,Que las palabras no tienen sentido o forma, al reconocer tu aroma¡Y no es nada! Cuando te reflejas en el espejo que tenes en el diván,Andando siempre jugando, en los prados olímpicos de mi mente.¡En verdad, que no es nada, eso que siento!Porque sentir, es la expresión de mis pasionesQue se desborda al escucharte…No… Flor de enero… esto va más allá de cualquier sentidoEs una utopía que sondea la realidadPero que rápidamente se ahoga en el estanque profundo
Autor: William E Amador | NI | Desde Jun/2016
Martes, Junio 7, 2016 - 11:01

Vida

William Amador
VidaLa vida pasa, como el ristre de un abanico orientalDonde cada forja de madera azulada, va contando los vaivenes de ilusión,Hasta apagarse como un fugaz pensamiento, en el solitario fin.Si… no hay comparación con el gozo de vivir, de sentir, de amar,Degustarse los placeres del aroma, en sonrisas de musas,El oír quejarse al bosque, mientras gruñe el huracán mojando el agua del rioSaber, que nuestras cansadas cabezas, reposaran sobre un hombro cálido.¿Pero la ilusión? ¡Qué desdicha la mía!La felicidad me huye, se aparta de mí, en cuanto puedo sentirla, en cuanto susurra en mi costado.Mi alma, ¡ay de mi alma sin cuerpo!Que siempre se esconde tras el reflejo de la luna.Esperando la noche para poder aullar su reflejo.¿Pero la ilusión?La tristeza se posó en mí, como un cuervo de alas de luto,
Autor: William E Amador | NI | Desde Jun/2016
Martes, Junio 7, 2016 - 10:59

A mi luciernaga de media noche

William Amador
A mi Luciérnaga de media nocheQuerida luz de mí camino; sos tan tierna y pequeñuela que en el horizonte te me desapareces,Mientras que te busco a tientas, ansioso de tocarte y admirar la belleza que aún no florece.Siento el deseo de mi pasión que desborda, cual corcel en Febrero,Cuando al fin alcanzo tus manos y toco tu pelo; tu hermoso risueño.Me miras, como si tus ojos buscaran ver más allá de la horaY mis labios, se pierden en la lejanía de tu boca.Adoro, Luciérnaga mía; cuando suspiras despacio, en mi oído,Cual aguda gota de agua musical,Entonces, mis temblorosas manos bajan a tus campos Elíseos,Y suben aún más; al Olimpo de mis deseos,A esos dos Montes vírgenes, que aún no han sido conquistadosY que yo presuroso, cual explorador intrépido, intento colonizarlos.Mas una cosa, debo decirte Luciérnaga mía;Sos tan bella como el más azul de los zafiros,
Autor: William E Amador | NI | Desde Jun/2016
Martes, Junio 7, 2016 - 10:56

1882

William Amador
1882¿Qué es la muerte?, sino el estado perpetuo del despertar sin nadie al lado,Sujeto a mil encajes de blancas sedas, oriundas de China.Y los que alguna vez fueron, contemplan los ojos de la bellísima joven,Cada día más enamorados, pero ansiando no besarla.Que desdén la tortura del que se queda ahogado en sueños de caballería,Pero más del que no sueña,Pues al llegar el momento, la magistral existencia se despliega del interior acuoso,Y no queda nada, aún más que nada: el vacío.Aún recuerdo ese desolado bisiesto, 1882Mi amada joven aguardaba tras la puerta, sonriendo mientras me miraba.Los cataclismos del vacío, en su pecho permanecían,Sus manos frías, cual glacial invernal bajaronSus ojos color vida, fugazmente se apagaron,Y su cuello blanco de Cisne se tiño del más rojo vino, del que jamás tome.