1882

1882
¿Qué es la muerte?, sino el estado perpetuo del despertar sin nadie al lado,
Sujeto a mil encajes de blancas sedas, oriundas de China.
Y los que alguna vez fueron, contemplan los ojos de la bellísima joven,
Cada día más enamorados, pero ansiando no besarla.
Que desdén la tortura del que se queda ahogado en sueños de caballería,
Pero más del que no sueña,
Pues al llegar el momento, la magistral existencia se despliega del interior acuoso,
Y no queda nada, aún más que nada: el vacío.
Aún recuerdo ese desolado bisiesto, 1882
Mi amada joven aguardaba tras la puerta, sonriendo mientras me miraba.
Los cataclismos del vacío, en su pecho permanecían,
Sus manos frías, cual glacial invernal bajaron
Sus ojos color vida, fugazmente se apagaron,
Y su cuello blanco de Cisne se tiño del más rojo vino, del que jamás tome.
1882, se quedó grabado en el acero frio del rio tinto,
Donde los ángeles bajan a bañarse,
Y sucumben al éxtasis del mundo, en el exilio.
Maldito deseo de no voltear a ver a la mujer,
Si… la quiero, la amo; pero la odio
Tanto como odio el mes de Diciembre
Y ese cruel año 1882,
Donde llore 1882 veces solo por vos, amor mío,
Pues me dejaste solo y mustio,
En este horrible mundo de espejismos
Donde aún sigue colgado tu retrato blanquecino.
William E Amador (Diciembre 2015)