Lucy, llena de diamantes

poema de San Brendano

Después de cierto día, en un amanecer cambiante y semejante a las vulvas ultraterinas de un genetista, mi corazón aguarda en la desesperación sollozante de una sensación que es única. Un niño hermoso y rubio, con ojos de perla grisácea, uno que otra varilla orquestal en su mano, me ha enseñado como pintar las acuarelas en una pared translucida que fácilmente podría compararse con mi hoja de papel blanco. Nuestras conversaciones son la muestra petrificada de una verdad elocuente que resguardada por los símbolos niponeses, me ha ensalzado una disoluble muestra de gargantillas faríngeas, al igual que pulmones avaloriados divinamente ante la creación fantástica de una muerte que será el vacio lamentable de un cadáver purpureo. Los bellísimos paisajes son una temática indiscutible, la vertiente marina por donde se respiran el oxigeno y las criaturas imponentes que se reescriben mediante el pulso dactilar de una huella mecanografiada, nos impartirán su enfoque y su cosmos propio. Un muchacho en las afueras de mi hogar, un titileo verde con majos instrumentos de gaitas y tambores cristianos, armoniza su voz de cobre adoptando pérfidos timbres broncíneos como un apóstol apasionado por la escultura de un arte exótico. Asentaré el origen del universo y la lluvia interestelar de supernovas y enanas blancas que se precipitan y se fenecen en una infraestructura de sólidos granitos: flor esplendente al demostrar su capullo lisonjero, el brote germina para la admiración ilustrativa de un artesano constructor de bailarinas y música. Conservo la apariencia de un enclenque deformado por un titiritero. Una luz resplandeciente convive en la holgura de un paraíso limítrofe, está emparejada por un sol rutilante y esférico, agobiada por los sonidos interpretes de un espacio imberbe, columbrada por postigos y cuarterones de astros más bellos, se inclina levemente para recostar su respingada figura celestial en un campo gentil y áspero, infinitamente eterno donde todos los seres espirituales han adoptado la conformación terrenal que a ella la pernoctan humildemente bella para todos los mujeres que engendran embriones. Un nacimiento embebido con las lágrimas de los alcandores y las ascuas de las alondras y retoños orgánicos, siglas teológicas recadadas en zahorís presencias, nos dan como intimo consorte a la manifestación beatifica de Lucy, coronada de gemas

Comentarios & Opiniones

La Dama Azul

Silvestre, como se disfrutan vuestras creaciones, cargadas de pinceladas que crean cuadros de impresionistas, nutriendo el espíritu que los observa. Hermoso trabajo.
Reciba mis cordiales saludos.

Critica: 
EFRA

Su creatividad es sublime Silvestre, un gusto conocer su pluma, todas las estrellas.

Critica: 
María del Rocío

Hola princesa del sur! Como quisiera no dieras ese don tuyo tan poco?! Es una delicia tu maravillosa pluma amiga. Besos

Critica: