LLUVIA DE SANGRE

La noche sombría, el cielo se desgarra,
un grito profundo, que al alma amarra.
Las nubes se visten de un rojo fatal,
y el viento suspira, un lamento espectral.

Gotas de sangre, del cielo fugaz,
manchan la tierra, en un baile audaz.
Un llanto de muerte, un eco ancestral,
la lluvia de sangre, un rito infernal.

Los árboles lloran, sus ramas caídas,
testigos mudos, de almas perdidas.
El río se torna, un torrente escarlata,
reflejando el horror, de una visión ingrata.

En la noche eterna, la luna se esconde,
temiendo el presagio, que el destino responde.
La lluvia de sangre, un manto de dolor,
cubriendo el mundo, con su frío fulgor.

Las calles desiertas, cual tumbas abiertas,
resuenan con ecos de almas inciertas.
La ciudad se ahoga, en un mar carmesí,
donde el pecado y la muerte, tejen su festín.

El tiempo se detiene, en este instante cruel,
donde la belleza y el horror, forman un dosel.
La carne se pudre, y el alma se quiebra,
bajo el peso del mundo, que la sangre celebra.

Pero en la distancia, un tenue fulgor,
una luz que emerge, con renovado vigor.
La esperanza renace, en medio del caos,
y la lluvia de sangre, se convierte en solaz.

Un susurro de vida, entre la desolación,
un canto de amor, que vence a la aflicción.
Las flores renacen, de la tierra empapada,
y el sol se levanta, en una nueva alborada.

La lluvia de sangre, un recuerdo lejano,
de un tiempo oscuro, que ya hemos dejado.
La luz ha triunfado, sobre la oscuridad,
y la vida renace, con su eterna verdad.