ANTE ESTE VASTO MUNDO

Ante este vasto mundo sin fronteras,
me surge una pregunta:

“¿quién manda en él?”.

Un juego cruel en el azul celeste, donde el
poder se oculta y de la escena se aparta. No
hay una respuesta clara. ¿Un trono vacío
sin dueño aparente?...

Los que se disputan la corona parecen
perseguir inconfesables metas.
Políticos y grandes prebostes luchan por
llevar las riendas. Mientras tanto,
la humanidad se asfixia, el mundo
sucumbe en un trágico
y desigual combate.

Diariamente,
el egoísmo de unos pocos
se antepone a la justicia y al
bienestar general. El pueblo,
silenciado, impávido, queda
sin voz, sin fuerza, sin
tener a quién recurrir…

¿Está todo perdido?

¡No!
Aunque el caos parezca asentarse en un
firme trono, somos nosotros los verdaderos
dueños, los artífices de un cambio
profundo.

Solidaridad, unidad y justicia son las
mejores armas para acabar con la opresión.
Solo unidos, con una firme decisión, sin
distinción de clases, podremos ser libres…

¡Insumisión!

No dejemos que los poderes
fácticos nos dominen, tomemos el mando,
alcemos nuestra voz. En cada gesto, en
cada pequeño acto, podemos ser exigentes,
justos y adecentar nuestras maltrechas
democracias.

Necesitamos personas valientes,
que no teman enfrentarse a la adversidad,
que la justicia y la paz defiendan, que
rechacen la maldad de los poderes
tiránicos.

Ya sea un preclaro líder o un simple
ciudadano, todos tenemos el deber de
trabajar por un mundo libre y compasivo
donde las almas de buena voluntad
puedan florecer.

¡Quienes mandamos en el mundo somos
nosotros!, ¡cambiemos las reglas y hagamos
un mundo más humano!...

Solo en una democracia fuerte la justicia
será posible.