QUIÉN ES QUIÉN

poema de Jorge Loyola

Para Gregorio Fuentes la noche se hacía interminable; el tiempo parecía haberse detenido; en aquel lugar y en ese momento. Sentado en la oscuridad de un bar; con su rostro de piel seca, sus ojos vidriosos y enrojecidos, una toz de fumador empedernido; apoyado con los codos en la barra, su mano derecha sostiene un cigarrillo que tiene la ceniza larga de ir consumiéndose desde hace un largo rato sin que lo muevan; frente a él, casi inmóvil, está el cantinero, un tipo alto de piel oscura, hombros anchos, un rostro cuadrado, cabello casi rapado en la nuca y parado con gel en la mollera, las mangas de la camisa arremangadas hasta los gruesos bíceps; lo mira en silencio, mientas limpia un vaso con una rejilla que no se ve muy pulcra, con ella limpia tanto los vasos como la barra. Los dos tipos se miran, detenidos en el tiempo, uno parece estar a punto de hablar y el otro espera una respuesta y un wiski.
Desde otro plano, el señor X mira la escena por enésima vez, esperando la respuesta del grandote de la barra, mientras escucha una melodía como de blues y percibe el olor a humedad algo rancia de la rejilla cantinero; sobre su escritorio, en un vaso, unos hielos se derriten y en el cenicero, la braza de un Philips Morris va consumiendo papel y tabaco.
Han pasado horas, días, semanas; esperando, eligiendo palabras, imaginando poses y ademanes, decidiendo sobre la vida de sus personajes, tal vez el alcohol esta noche hace que se sienta extraño, piensa que para aquellos dos tipos en el bar, él es una especie de Dios, él es quien decidió llevar a Fuentes hasta ese lugar y también puso a aquel cantinero negro frente a él, entonces él es quien decide cómo sigue aquella noche, pero hay algo que lo inquieta; la respuesta del cantinero nunca llega, hace días que Fuentes y el la esperan, pero el grandote solo limpia el baso en silencio.
Empuja su sillón hacia atrás para tomar un poco de distancia, saca de uno de los cajones de su escritorio un pequeña petaca y vuelca su contenido sobre los hielos, toma el vaso, se reclina y estira las piernas mientras mira el cielorraso amarillento de su habitación.
“Dios”… piensa _En algún lugar habrá alguien que decide sobre mi vida, alguien que me está mirando y decidiendo que hacer conmigo, mientras yo decido que hacer con Olegario Fuentes y el cantinero _bebe un trago y sonríe _y aquí estamos, Dios, yo y Fuentes; esperando que un cantinero sirva una copa y nos dé una respuesta _se ríe mientras tose.
_Vamos negro serví y respondé de una vez.
_No está muy seguro si aquellas palabras las dijo el o Fuentes; mira la hoja donde está escribiendo; Olegario Fuentes sigue inmóvil y en silencio, entonces, como él es el dios de aquellos hombrecitos; hace que la orden la dé Fuentes.
El cantinero apoya el vaso y con su mano izquierda comienza a servir, mientras se inclina un poco como para buscar algo debajo de la barra; fuentes toma el vaso y al levantar la vista con el vaso aún en la boca, ve frente a sus ojos el cañón de una escopeta recortada.
El señor X mira la escena y no entiende, por que escribió aquello, ¿qué hace el cantinero apuntando con un arma a Fuentes? Mira a su alrededor, como preguntando una vez más, quien tomó la decisión; Entonces se da cuenta de su poder; puede matar; tiene la vida en sus manos, se agita, el corazón salta, le pican las puntas de los dedos, hay un cosquilleo que le recorre todo el cuerpo; se repite en voz baja _puedo matar; “yo soy DIOS”.
Se escucha un estruendo y Olegario Fuentes sale disparado de su asiento con un agujero en su pecho; el cantinero sostiene el arma con el cañón aun humeante _ ¿Que hace este negro?, ¿por qué disparó? _Se sorprende preguntándose esto, se asusta, el pecho le duele _yo soy el que decide, ¿Por qué disparó? una vez más se dice a si mismo que él es el señor X, él decide él es quien mata o deja vivir.
_Entendiste negro, yo decido quién muere o no _ y repite mientras bebe y se toma el pecho _yo decido.
Entonces casi con desprecio mira a Fuentes que agoniza, levanta su mano derecha, y dando un grito de poder, repite _ yo decido, yo soy el señor X ¬ y chasquea sus dedos, en ese instante Fuentes cierra los ojos y muere.
Se ríe y tose, toma el último sorbo y arroja el vaso, _ ENTENDISTE NEGRO, YO DESIDO, ENTENDISTE _ vuelve a toser mientras se toma el pecho que le duele y le cuesta respirar.
El cantinero solo sonríe, antes de cerrar la puerta, levanta su mano derecha mientras apaga la luz; en la oscuridad se escucha un chasquido de dedos y el señor X cae fulminado al piso.

Comentarios & Opiniones

Penelope

Guau, emocionante relato nos compartes amigo. Un placer de lectura para amenizar el domingo! Un saludo!

Critica: 
Silvia

A Martin fierro,me hizo acordar,todas las imágenes,el fontanero y el dios,que belleza,muy bueno.saludos cordiales,y beso.

Critica: 
María Cruz Pérez Moreno -acnamalas-

Aplausos por tu buen relato, gracias. Saludos.

Critica: 
misombra

Excelente!!!

Critica: 
Jorge Loyola

Penélope,silbia, María Cruz, Misombra; mil gracias por su presencia y sus comentarios.
Un afectuoso abrazo .

Critica: 
Xio

Vaya caramba!!!Hasta que reapareces y de qué manera!!Sólo y solamente como tu sabes hacerlo, es una historia que atrapa al lector de principio a fin, donde el suspenso se clava como garra, un abrazo querido gaucho, que alegría verte,linda noche amigo

Critica: 
Jorge Loyola

Amiga querida, como siempre, espero tu visita, gracias por tus elogios,información gran abrazo genia linda

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