Odre tras la neblina del río

poema de el condor

Fuente Literaria
Odre tras la neblina del río

Los ríos se encuentran perezosos y lloran para que vuelvan los bosques,
Y ríos.
Arenas que forman piedras en papel blanco y tinta azul. Calles formadas con molinos
Vacíos.

Desde que me despedí de tu mano, con el paso del rayo y las nieves de antaño. Ya me despido
De tu cuerpo.
En quienes, más he confiado, hermanos y familiares, nietos, de las nubes harapientas del verano.
Mi sombra, sola me habla en voz baja junto a las polillas y chiripas, ratones de mi vecindario, porque mis vecinos no les agrada la higiene.

Me despido del planeta tierra, ante el fracaso, las cajas de música y la escritura. De los bosques y casas de madera.
Tu amiga silenciosa, deja el pretexto. Bebamos sangría y vino. Entonces, canciones a media noche, a la luz y anochecer de los murciélagos.

Deja de llenarte de humaredas y la triste mirada, deja correr en tu rostro, la velada, leo tus sueños y me despido de la nostalgia y depresión.

Alzo la triste mirada, los trenes parten bajo la lluvia. Me despido de la memoria, de las palabras, entre lobos.

Verdad, no me prestes atención. Soy un pecador. Soporto, el misterio de tu existencia, la jaula donde me encontraste.

Tengo mucho pasado, desde una Iglesia Evangélica hasta un Monasterio, curas yéndose al abismo con monjas y cuidadoras.

Son sueños que caminan al pasado.

Es cualquier tarde, no me preguntes, sí te amaba o no te amaba. En tu rostro solo puedo ver sueños, nunca realidades, lo iluminas con tu triste mirada.

Las acequias se llenan de humareda, hojas quemándose unas con otras. Todos partimos, desde la lluvia.

Me despido de la memoria y la nostalgia, de estos poemas. Palabras y más palabras. Para ocultar lo único verdadero: que respiramos y dejamos de respirar.

La muerte.

Emiro Vera Suárez, 16. / 06/ 2019