Cancionero impopular.

Mi madre me contó un cuento.

Resulta que hace algún tiempo,
tan solo cuestión de años,
nos asediaba la urgencia,
lo importante era pasado.

En esas horas oscuras,
la EDAA, agencia internacional,
devoraba la privacidad de las personas con fines, cuanto menos,
poco afortunados para la raza.
Estos lobos creían que la gente simplemente era ganado.

Es una historia terrible,
el mundo, en aquel entonces,
rozaba las primaveras
a través de unas pantallas,
el mar quedaba a la intemperie
en el alma de los humanos,
dormido en segundo plano.
Horas perdidas, años complicados.

Por lo visto esos tipejos,
ideólogos de asaltos,
olvidaron que la gente
tiene grabada en la frente,
esa extraña capacidad de levantarse
tantas veces como sea necesario, después de haber sentido inevitable
su futuro por los suelos, arrodillado.

Un día, tras un tiempo condenados, encerrados y asustados,
los hombres y las mujeres
empezaron a mirarse...
y ya no eran tan distintos,
y hasta se vieron iguales.
Pronto se dieron las manos,
hablaron de sus derechos
y de cuánto no se sabe.
Más tarde mataron el miedo al llanto
y a ciertas enfermedades,
así fue que decidieron levantarse, queriéndose por las calles.

Todo cambia tan deprisa,
después de haber entendido
que la felicidad no se compra
y nunca es lo que se tiene,
sino lo que se ha vivido.
Suerte que se dieron cuenta
y enseñaron los colmillos
porque en un mundo de lobos
sino muerdes te han mordido.

Mi madre me contó un cuento
y ahora yo, hermano, te lo escribo.