Epístola a las rosas.
Queridas y apreciadas rosas, caminando por su jardín no pude si no aprecial sus colores que vibrantes y vivos me mantuvieron en un inquieto trance,sus erguidas y firmes espinas como garras de esfinge dispuestas a devoral al hombre necio,se movían en cinético contoneo agresivo.
Mis ojos brujos recorrieron el firmé y hermoso tallo hasta posarse en la madeja de pétalos aterciopelados,humedecidos por el roscio nocturno de la sacerdotisa noche.
El vuelo fogozo de un colibrí multicolor que en bailé aéreo y sensual recorría y lamía con su delgada lenguecilla la miel escondida en el centro del volcán floral...me tentaba a el ensueño.
La brisa como cautelosa Celestina encubria con su manto la imagen onírica de aquel momento especial,era una danza de hojas y olores mundanos que envolvían su jardín hechizado, llenó de magia y sortilegios,tan solo apreciados por ciertos hombres que traspasaron sus puertas a escondidas,recorriendo cada calle,cada laberinto de la dimensión donde ustedes son las reinas y señoras.
Comentarios & Opiniones
Ser un observador, no es un don al alcance de cualquiera.
Prueba un día,
a hacerle una foto de cerca a cualquier flor.
Por decir algo,
en un día de sol,acerca tu teléfono desde el suelo enfocando a la flor y al sol.¡ Verás el resultado!
Dicho esto,
me centro en tu texto,
interesante ese jardín encantado, donde lo colores, los aromas y ese colibrí, crean una escena mágica.
De ahí lo de ser un observador.
Salud hermano.
Gracias estimado amigo.