ALGUIEN DOMÓ A LAS MOSCAS
Una voz de herida abierta
y un sombrero de corazón ancho
hicieron mar en las calles
y pabellón para los que visten de raso.
Personas de ideas hundidas
bordeaban a las figuras
más empolvadas del gremio,
y con sus pinceles
recomponían los maquillajes,
y la plaza, como los platós,
se abarrotó de peluqueros.
Hizo falta una luz ténue
y tan suave como el terciopelo
para que el público se olvidara
de las uñas y de los pelos.
Subió al escenario de rodillas,
más por respeto que por penitencia,
su cabeza apuntaba al cielo,
aún no sé muy bien si por devoción
o por amamantarse de misterio.
"Faltan cantantes, sobran reverendos",
cavilarían a esas horas
los que ven la democracia
como un velero
que aborta antes
que dejar huérfano al viento.
Subió al escenario,
una voz de herida abierta advirtió de que
Juana de Arco abandonó el sacramental.
Los partisanos, ante los diamantes huérfanos,
pusieron entredicho a los sumerios.
Israel besó la frente de Palestina
y los gallos saltaron del escaparate
a la tapia, de la tapia al gallinero.
Vi a Poncio Pilato comparecer al fin
ante el emperador Tiberio.
Se hizo violenta la luz
y los aplausos aliviaron la sordera
de los que se creen genios,
y las moscas se quedaron en su sitio,
si susurraron,
lo hicieron hacia dentro.
A. G. Vilches.
Comentarios & Opiniones
Buen poema...