Decodificando la moral

[Aclaración: Este escrito es una simple descarga. Es de carácter general y no me refiero a nada ni nadie en especial, ni tampoco es con necesidad de ofender a nadie por ningún tipo de ideología.]

Ni una Menos. Aborto Legal o Ilegal. Justicia o injusticia. Partidos políticos y apolíticos. Igualdad o equidad.
¿Hasta qué punto vale realmente nuestra opinión? ¿Hasta qué punto vale la discusión? ¿Hasta qué punto vale escuchar a los demás?
Llegamos a un punto social en el que las opiniones más valiosas son reprimidas y ninguneadas, mientras los argumentos virales y volátiles son aceptados y manipulados por individuos desinformados y mediocres. Sí, mediocres. Diciendo ser profetas de la moral, y son sólo esclavos de su propio encierro, de su propia ignorancia. Pensando por sí mismos, y nunca como sociedad, con un disfraz de tolerancia y armonía.
Hoy día, debatir se volvió un prestigio difícil de concluir. Personas abiertas y respetuosas casi no existen. Dar una opinión se volvió un acto de rebeldía, y un acto por el cual miles de otras personas se creen con el derecho de agredir, subyugar o negativizar toda ideología contraria a la suya.
Tal vez, yo sobrestimé demasiado a las personas y a su capacidad de raciocinio. Pensé que, por más contrarias que sean dos ideologías, ambas -o más- personas, podrían escucharse, intentar comprenderse y encontrar un punto en común, aprender mutuamente o formar más de un criterio. Porque somos una sociedad y, cualquier decisión o cualquier pensamiento llevado a la práctica, afectará a más de uno en más de un aspecto; ya sea positivo o negativo. Pero no, los sobrestimé.

Al final de cuentas, qué más da decir la verdad, decir mentiras, refutar con pruebas o sin pruebas, informarse o no hacerlo, insultar o dar la razón... si nadie escucha, nadie reflexiona, nadie comprueba, nadie se coloca en el lugar de nadie. Qué más da buscar alternativas, si la queja es el único aporte válido, si prefieren manipularte a concientizarte, si prefieren ignorarte a tenerte en cuenta. Qué más da. Que hablen y hablen.