Lo estuvimos siempre

Entre la oscuridad, mi colchón me abraza por la espalda, queriendo convertirse en ataúd de sueños.
Devastado y sin conocerme, no encuentro otro remedio que envolverme en el colchón sin sentido alguno, esperando mi hora, preguntándome quién fui, sin saber quién soy, teniendo el misterio a futuro de mi identidad compleja.
La ventana está cubierta y consigo trae al silencio, me arropa en una lúgubre melancolía en la que no puedo llorar, como si de un problema de sensibilidad se tratase.
Es allí cuando sientes que el mundo se te viene encima y no quieres hacer nada para impedirlo. Aceptas que no tienes remedio y que estás perdido.
¿En serio estás perdido?
Lo estuviste siempre. Lo estuvimos siempre.