Temprano

Cuando me levante por la mañana
el sol habrá desaparecido, y de la luna
solo quedara un pobre vestigio.
No podre enamorarme de las de las flores
o llamarlas por su nombre,
como aquella que nombra
a sus futuros enamorados,
cubiertos de betún y amoníaco.
No sabré la hora con
exactitud,
y divagaré durante kilómetro y kilómetro
como divagaría paso a paso
sin concierto, sin medida
y lo que acierta a permanecer
en un instante se disipa
como esta lluvia de enero.
Con la sola excepción de
que no siento el frío, tan solo tránsito.
No tengo cintura, ni pies, nada más
cabeza.
Habré cruzado una rotonda, y vigilaré
con mucha atención los coches y sus señales
me imaginaré un accidente mortal
y esquivaré
el peligro como un saltamontes que
ha perdido una pata y recupera
un corazón o una
costilla sin saberlo.
La naturaleza se regenera sola.
Y entraré en el laberinto
de las horas cuando los niños
rompen el silencio y el silencio
les hace sordos y mudos.
Me levantaré
de la mesa como cualquier egoísta
calculando la escasez.
Beberé café y lavaré la taza con mis dedos sin
agua ni jabón,
me levantaré de la silla sin afecto alguno
como el que deja de apoyarse
en una pared fría, que le
encorva la espina dorsal.
Al que me salude le haré ver
que no he de darle recibo alguno,
que si sonriera
lo haría con la ternura del mendigo
Como explicarlo!
querría que me conocieras mejor
que supierais de mí, todo,
y os lo guardarais en secreto y al verme
me devolvieras un saludo, con la urgencia de
un carcelero que abandona
a su prisionero en la taberna
más próxima, para que beba
hasta el delirio.
Si me vierais en la mañana en enfrente de mi casa
temprano, muy temprano
con las manos vacías
entrando en mi coche,
voy para el trabajo y la música que me
acompaña
dispersa todos mis escrúpulos.