Momentos

Como un ronquido frágil
y un movimiento leve de la
mandíbula, de la cintura,
el asiento vacío será eterno,
y el furtivo anciano con pies de niño bueno
recibirá el alivio en sus manos
de un abejorro y de la espuma
de un jabón dulce.
Como un día cualquiera
en que el pecho pesa,
y las manos se adentran
en los bolsillos del abrigo,
las puntas de los dedos tocan
un papel mal escrito:
un número, un nombre,
y a lo lejos unas líneas.
Cuando lo volteo, se cae la tinta
y se mezclan los símbolos,
y como un arcoíris sin color púrpura ni índigo,
te doy por perdido.
Es un atajo nuevo dejar que hierva el agua
hasta que el líquido quede
sediento, y se oigan los borbotones,
la olla crujir, el
fuego desanimarse,
y se abra a los cuatro vientos
el humo negro
sin canto, ni guiso.
Iguales a la noche seremos
como murciélagos y grillos;
tendremos cuidado y
solo nos alimentaremos de insectos
y virutas de trigo.
Cuando la mañana nos roce en noviembre
y se nos pongan los pelos de punta
por el frío,
nos acercaremos a la plaza,
y el fuego de la hoguera nos
acariciará hasta la calle del Olivo.
La dueña de la casa habrá de acogernos
en su cama y
besar
nuestras mejillas como quien abraza
una centella y un vientre amigo.