La muerte, voz de ultratumba

He nacido en las montañas soleadas de la locura.
Me supe bautizar entre sanguinolentas vertientes de aves que no mueren.
Las aves y sus pelmazos torcieron mis comisuras para morir agrietado entre mis ubres sin niño.
¡¿Pero Sacristán no lo ves?! ¡Si la muerte viene a reclamarme un día! ¿Tú crees que esta alicia temblará sin emoción, le escupirá en el alma y sollozara la maldición?
¡Las palabras son el alma!
las catacumbas, mi orifico resquebrajado.
El sueño y el dolor, una nube.
¡Le pones dólares a mi cuerpo!
Ensanchas mi composición sin védameles, pero la fe me ha roto los plumajes.
Ahora, debo morir para lograr rescatarme del infierno.
Si lloro y aniquilo el silencio, salteare las condicionales veredas.
Si me entremeseo en un despojo, la melopea no llorara por su final.
Oh, ¿cuando despertare de esta somnolencia.?
¿Abriré los cielos y desenfundare una decidía?
¡Calla! ¡no mueras! Frigia ya obtuvo una señal.
Se empalago entre escritos repletos de sañas mentiras y le mintió al redentor para negar su mohína curiosidad.
Le sostengo, ella periclita, se resiente, el beso duele y comprendo su pobre quimérico bullicio.
Se quebranta en partículas de nieve. Las mulas verdes le encaminan una nota.
Pero Frigia, demuéstrale al inventario tus octavillas que nunca se aman.
Niégale al universo, la verdad y su oscuridad.
Mi amor, la fe y el cariño están contigo, y sin embargo:

la muerte nunca llega a reclamarme.