El secreto eterno

El secreto eterno

En una ciudad rodeado de montañas, había un joven llamado Romaní que se enamoró profundamente de una mujer llamada Isabel. Ella era la dueña de una cafetería y Romaní solía ir allí todos los días por un café.

Romaní se enamoró de Isabel desde el primer momento en que la vio. Le gustaba su sonrisa, sus ojos, su mirada, su forma de moverse con gracia y su actitud trabajadora, pero Romaní era un hombre tímido y nunca se atrevió a decirle el amor que sentía por ella.

A medida que pasaban los días, Romaní se convirtió en un cliente habitual de la cafetería e Isabel lo trataba con amabilidad y simpatía, pero nunca sospechó que Romaní estaba enamorado de ella.

Romaní vivió el resto de su vida con el secreto de su amor por Isabel. Nunca se casó, nunca tuvo hijos. Se convirtió en un hombre solitario y melancólico, que vivía solo en una pequeña casa de aquella ciudad.

Un día, Romaní dejó de existir, sin que nadie supiera su secreto de amor. Los amigos y familiares llegaron del campo a la ciudad para hacerle un funeral, en ello encontraron una hoja blanca que decía, "cuando ya no esté en este mundo, quiero que pongan esta frase sobre mi lápida..."

La tumba de Romaní se convirtió en un lugar solitario y olvidado, donde solo crecían las hierbas y las flores silvestres. Pero en la lápida, alguien había grabado la frase que decía:

"Aquí yace un hombre que amó en silencio"

Después del funeral, los amigos y familiares se sintieron conmovidos por la frase que dejó Romaní antes de morir. Comenzaron a preguntarse quién era la mujer a quien amó en silencio.

Un día, mientras limpiaban la casa, encontraron un paquete de cartas y poesías viejas en un rincón olvidado. Al abrirlo, se sorprendieron al ver que eran cartas escritas por Romaní, dirigidas a Isabel.

Todos se sintieron conmocionados al leer las cartas y poesías, en ellas Romaní expresaba su amor y admiración por Isabel, y les contaba sobre sus sueños y esperanzas. En ese instante se dieron cuenta de que Romaní había estado enamorado de ella durante toda su vida, y que nunca había tenido el valor de decírselo.

En otra caja de madera hallaron un papel que decía: vayan a probar el café de Isabel, es una de las mejores cafeterías de la ciudad, lleven las cartas viejas que escribí y déjenlo sobre la mesa. La cafetería está a 10 cuadras de la casa. Toda la familia se fueron en busca de la cafetería, al llegar vieron a una mujer linda y trabajadora. Uno de ellos preguntó ¿quién es Isabel? Yo soy respondió la mujer. Mucho gusto somos los familiares de Romaní, él nos mandó para acá.
_ Ah sí, Romaní siempre viene a tomar su café, pero estos días no vino, cómo está el preguntó. Él falleció, pero dejó está carta para ti.

Al leer las cartas, Isabel sintió una mezcla de emociones. Se sintió triste por no haber sabido sobre el amor de Romaní, pero también se sintió agradecida por haber tenido la oportunidad de conocerlo.

Isabel pasó el resto del día leyendo las cartas, y llorando por el amor que nunca había sido correspondido. Pero también sonrió, al recordar los momentos que había compartido con Romaní en la cafetería.

Al final del día, Isabel se sintió en paz. Sabía que Romaní estuvo enamorado de ella, y que su amor había sido puro y verdadero. Y aunque nunca había tenido la oportunidad de corresponder su amor, Isabel se sintió agradecida por haber sido objeto de su devoción.

Lima, 15 de enero del 2025