¿Para qué corazón?

Me encontré a Carla en el Zara
del centro comercial.
Su locura transitoria de la Facultad
parecía haberse aquietado.
En sus ojos un fondo sereno de
belleza nunca entregada.
Supe sin palabras de su malvivir.
Dos combinados, siete de la tarde,
Coltrane en la mirada, Joplin en
lo profundo del corazón, sonrisa de
complicidad recobrada, dueto a carcajadas
con nuestro Sweet Caroline desafinado.
La tarde pasó a bebidas más imprudentes y
nos soltó la lengua y apuramos tragos y
secretos sin remedio.
Al borde de ternuras apagadas
nos dijimos es tarde con la mirada.
Y la despedida fue un erial inmisericorde.
Mi mujer murió de cáncer, le digo.
Me dice, mi hijo es drogadicto.
Nos besamos en la mejilla y noté
sus labios húmedos.
Algunas lágrimas le brotaban como
arroyo en verano.
Yo me quedé inmóvil y
bendiciendo aquella dicha de
cuando éramos los amos del mundo.
Tempus fugit.
Mas yo me digo que aún no es tarde.
Aún no.
Pero ¿para qué corazón?.
¿Para qué?