Cielo

poema de Ray

Cuando ores, dile a Dios que mereces tu propio cielo. Que para protegerte nunca te hizo falta desangrar un cordero. La tierra donde emana leche y miel, está entre tu boca y tu pelo. Yo caminé en el valle de la sombra de la muerte, y como tu eres mi diosa, no sentí ningún miedo. Tus abrazos son un eco cada vez más distante, aún así haces que la distancia sea tan sublime y elegante... Cada tanto vuelves para decir que no has vuelto. Lo más trágico es que desapareces cuando despierto. Nunca recorrí tu cuello, y tan arrepentido de ello, yo personalmente le diré a Dios que mereces tu propio cielo. Tan borracho de amargura, yo personalmente le diré a Dios que su jardín florece ante tal sangre pura, ante la indecisión de tu cintura, los trazos de tu figura. Yo, que te recuerdo así, el cielo es muy poco para ti, para mi tú eres el cielo y el mejor sacrificio. Seria una blasfemia no admirarte, mujer de vitruvio, tu eres lo que Dios quiso. Y si nos echaron del Edén, ¿que importa quién y por qué lo hizo? Porque donde estabas tú, estaba mi paraíso.