Temo...

Estoy en medio del sendero con mi paso inseguro,
con su piel, mi veneno; y los brazos desnudos
contemplando sereno la razón de mi mundo.

No regalo diamantes ni costosos floreros,
ni mentiras brillantes. Le regalo mis miedos,
le regalo palabras porque no valen menos,
porque soy millonario si están entre sus dedos.

Pero temo...
Culminar un día sin mirar sus ojos
que al segundo me visitan y al siguiente añoro.
Temo escribir un verso que no sea suyo
o perderme su voz, mi dulce arrullo.
Temo también, señorita risueña,
caer rendido un día de estos
cual pétalo marchito a los pies de su dueña.

¿Qué otra cosa me queda,
dime, más que temer?
que tomar mi fortuna y plasmarla en papel;
y leyendo esta carta, la hermosa mujer,
la preciosa princesa que me hace temer.