Elegía cuarta

poema de Piero Abanto

Aunque nada se intentara, aunque nada propusiera;
aunque se esperara la vívida sorpresa del juguetón destino,
nada surge... nada quita la noche,
ni la confusión, ni los vanos intentos, ni los vívidos gritos,
ni el fatigante silencio.

Y si el aire giraba de la forma en que debió girar,
antes otra brisa acarició aquella alma rota;
y si esta vez se regaron las semillas con la vigilia de las fieles mariposas,
por desventura no floreció el rosal;
y si las estrellas brillaron y a los iluminados bendijeron,
lo hicieron mientras el sol pudiera opacarlas tristes ellas;
y si el mar estuvo dormido y dispuesto a reflejar a cual santo se le posase,
ahora la arena ardía cual brasa intocable.

Y si todo se intentara, aún es insuficiente
Y si todo se intentara, cruel celador del destino te juzga impotente
Grandísima suerte sentenciada
que un pequeño caprichoso erró en olvidar.
Adiós entonces, no hay más nada que ver que perdí.
Adiós entonces...
Aquí yace mi último intento de ser feliz.